domingo, 20 de diciembre de 2009

Tertsch y Berlusconi quizás no sean Abel, pero eso no parece haber

Seguimos empeñados en jugar con fuego.

Agreden a Berlusconi y hay demasiada gente que piensa que se lo tiene merecido. ¿Y si otra persona piensa que tú te lo tienes merecido? La fuerza de la razón desaparece ante la sinrazón de la fuerza.

Herman Tertsch es agredido brutalmente y muchos piensan que se lo tiene merecido. No es necesario estar de acuerdo con el periodista para lamentar que se produzca un hecho tan brutal.
¿A dónde queremos conducir nuestra convivencia?

El hecho de que Berlusconi pueda ser un político indeseable, con un comportamiento reprobable tanto en lo político como en lo personal no debería servir de excusa para su agresor, al que en todo momento se ha calificado como loco o enfermo mental.

En el caso de Herman Tertsch, y dado que se desconoce al autor de la agresión, enseguida determinados medios han tratado con toda sutileza de ir propalando la idea de que se trató de una pelea entre borrachos.

El odio está muy enraizado en demasiada gente y quizás por eso, Wyoming, en cuyo programa se emitieron unos vídeos manipulados en los que se ponían en boca del periodista frases que él no había dicho, no sólo fue incapaz de lamentar la agresión, sino que ni tan siquiera se paró un momento a considerar que esos montajes pudieran haberlo molestado, lo que no deja de contrastar con su sensibilidad a flor de piel para sentirse víctima de una campaña de desprestigio porque, según él, relacionaban lo aparecido en su programa con la agresión al periodista.

De todas formas, tanta sensibilidad no le impidió burlarse en su programa de la agresión.

No puedo evitar pensar en lo diferente que habría sido su reacción y la de tantos otros si el agredido hubiera sido una persona más próxima ideológicamente.

Habrá que recordar nuevamente la declaración de Martin Niemoeller (atribuida con frecuencia, erróneamente, a Bertolt Brecht): ..."primero vinieron a buscar a los Comunistas y no dije nada porque yo no era comunista. Luego vinieron por los judíos y no dije nada porque yo no era judío. Luego vinieron por los sindicalistas y no dije nada porque yo no era sindicalista. Luego vinieron por los católicos y no dije nada porque yo era protestante. Luego vinieron por mi pero, para entonces, ya no quedaba nadie a quien decir nada"

Sembrar el odio y el sectarismo ideológico no puede conducir a nada bueno. Es un pena que haya tanta gente empeñada en resucitar el cainismo que muchos creíamos que se había enterrado definitivamente en la transición a la democracia, pero que, todo hace indicar, sólo se había escondido esperando la llegado de tiempos más propicios.

Juegan con fuego. Esperemos que no vuelvan a abrasarnos a todos.

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