domingo, 18 de septiembre de 2011

La Unión Europea: jugando con fuego


La UE cree necesario dar nuevas ayudas para recapitalizar a grandes bancos, sobretodo, de Francia y Bélgica.
Aquí todo el mundo tiene que pagar sus deudas o padecer la bancarrota, salvo, vaya paradoja, los bancos, que, hagan lo que hagan, los gobiernos están dispuestos a seguir ayudando con ingentes fondos públicos, es decir, con nuestro dinero. Luego, unos y otros, políticos y banqueros, vendrán a decirnos que no se puede mantener el estado de bienestar y que no hay dinero para pagar las pensiones.
Siguen tirando de la cuerda, pero llegará un momento en que la cuerda se romperá. No se pueden seguir aumentando las cifras del paro y de pobreza. No se pueden seguir recortando la sanidad o la enseñanza. No se pueden congelar pensiones y disminuir salarios. No se puede hacer todo eso mientras se sigue ayudando a los bancos y éstos desahucian a sus deudores, niegan créditos a familias y empresas y siguen pagando sueldos fabulosos a sus ejecutivos.
La sociedad no aguantará indefinidamente. Movimientos como el 15M son la punta del iceberg de un malestar que se está apoderando poco a poco de una gran parte de la población. Y, que nadie se engañe, es la cara amable y pacífica. La otra, la violenta, seguramente se está gestando y todavía no ha mostrado su rostro.

domingo, 11 de septiembre de 2011

Enseñanza y horas lectivas


Me llama mucho la atención que todo el problema de la enseñanza se centre en si los profesores deben tener 18 ó 20 horas lectivas.
Todo el mundo parece dar por hecho, ya que nadie lo cuestiona, que la actual organización de los centros es inmejorable, en el sentido etimológico, es decir, que no admite mejora posible.
Si tenemos en cuenta que la actividad principal, aunque no única, de un profesor ha de ser la de enseñar, no deja de ser curioso que de las 37,5 horas de jornada semanal, más de la mitad no se dedique a esa función, sino a otras diversas, relacionadas con su actividad, pero que hemos de suponer secundarias a la principal. Y el que sean secundarias no quiere decir que sean innecesarias o poco importantes.
Como cualquier actividad humana, es de suponer que la de la enseñanza también es susceptible de mejora y, por ello, no debe de ser extraordinario suponer que puede ser organizada de tal forma que se pueda aumentar la productividad de los profesores sin que se merme la calidad.
Seguramente, muchos de los que ahora se quejan del aumento de horas lectivas se quejaban hasta ahora de la burocratización del sistema y de la excesiva carga administrativa que padecían, del tiempo que perdían en reuniones absurdas y, en definitiva, de la mala organización de los centros.
Por ello, me sorprende que pongan el acento en el aumento de horas lectivas, cuando, a mi juicio, deberían reclamar una mejor y más eficiente organización de sus tareas no lectivas.

jueves, 1 de septiembre de 2011

La reforma constitucional


Entiendo que pidan que se consulte en referendum la reforma de la constitución. Entiendo a los que dicen que no es necesario modificarla para incluir esa salvaguarda contra el déficit. ¿Es que los políticos temen no ser capaces de moderarse porque se saben gastadores compulsivos?
Lo que no entiendo es la oposición a un gasto moderado y acorde a los ingresos.
La situación actual se debe, en buen a medida, al gasto desmesurado y, aunque parezca paradójico, España se está salvando de una intervención como las de Grecia, Irlanda o Portugal en buena mediada por tener un porcentaje de deuda menos elevado.
Pretender que la moderación en el gasto afectará al estado del bienestar y que la garantía de éste es la capacidad de endeudamiento es absurdo.
Creer que una familia puede mantener su nivel de vida sólo si se endeuda de manera incontrolada y no ajustando los gastos a los ingresos y destinando el dinero disponible a aquello que permite tener una vida con los servicios básicos bien cubiertos es de locos.
No creo que nadie considere sensato que una familia compre una casa que no puede pagar, un coche que no está a su alcance y que gaste en vacaciones y ocio un dinero que no tiene a base de endeudarse y de dejar las deudas a sus hijos. Este comportamiento que cualquiera censuraría en una familia es el que muchos piden que haga el gobierno: que gaste, que se endeude hasta donde sea preciso, ya vendrán nuestros hijos a pagar las deudas.
Los que se oponen a controlar el déficit son los que dicen que esta crisis no deberíamos pagarla nosotros. Y yo estoy de acuerdo, pero si el estado se endeuda, ¿quién va a pagar la factura?
Esa es la parte mala de la deuda del Estado y que ellos no quieren admitir: que luego hay que pagarla.
Desde luego, es obligación de los gobernantes que la carga impositiva se ajuste a los ingresos y sea progresiva y redistributiva, pero, no nos engañemos, no podemos pedir al gobierno que se endeude y luego no querer pagar, como algunos afirman que debería haber hecho Grecia.
¿Alguno de los que dicen eso estaría dispuesto a tener su dinero en un banco que le diga que invierte todo su dinero en deuda griega?
¿Alguno de los que así piensa dejaría su dinero a esa familia que malgasta lo que no tiene y luego le aconsejaría que no pagase sus deudas?
Es cierto que se necesita una reforma financiera que termine con muchos privilegios de la banca. Es imprescindible una reforma fiscal para que pague más quien más tiene o quien más ingresos genera. Pero no es menos cierto que no podemos esperar que el gasto del Estado lo paguen sólo ellos. Por eso, lo que debemos exigir a nuestros políticos, es justamente moderación en el gasto, una buena administración de los ingresos, que no son ilimitados, ni mucho menos, y que dediquen el gasto a lo que nosotros les digamos: sanidad, educación, servicios sociales, etc. y no a su propio beneficio o el de sus amigos o a pagar sus privilegios.
Ahí es donde se puede comprobar si la política es progresista: en el destino del gasto. En cambio, el gasto desordenado y sin límites es todo lo contrario a una política progresista, precisamente porque es la que pone en riesgo el mantenimiento del estado del bienestar.