jueves, 24 de junio de 2010

MAFO, Gobernador del Banco de España

Anda el bueno de MAFO, acrónimo de Miguel Ángel Fernández Ordóñez (un hombre al que llaman por un acrónimo, tiene que tener algún problema, pero dejemos eso para otro momento), a la sazón Gobernador del Banco de España. ¿Y por qué? Se preguntará usted que ha leído, igual que yo, que este hombre morigerado percibe unos emolumentos (qué bonita palabra) de alrededor de los 200.000 Euros anuales. En realidad tienen una retribución de unos 160.000 Euros al año, pero para que no pase estrecheces percibe otros 30.000 o más por asistencias a los Consejos y a las reuniones de la propia entidad. Para que lo entienda, que ya se que acaba de fruncir el ceño porque no lo ve claro: es como si a usted, además de los 1.500 Euros que recibe mensualmente, su caritativo jefe le largara otros 300 por las veces que le llama a su despecho cada mes para echarle un vistazo a esas cuentas que no le acaban de cuadrar.

Ya lo sé, su jefe no es así, pero nosotros que le pagamos el sueldo a MAFO, sí que somo así de rumbosos. ¡Qué no falte de nada, que aquí estamos los españoles!

Bueno, pues a pesar de esa retribución, este hombre se preocupa. ¿Ya ha caído en la cuenta?

Pues no, no es por eso. No es porque el sistema financiero español (aquél que era el más sólido del mundo, que dijo Z) esté un poco regular, o que muchas Cajas de Ahorros esté peor. No es por eso.

Tampoco porque la supervisión de bancos y cajas dependa directamente de él, ni porque les dejara meter el dinero que tenían y el que no tenían en pisos y pisos y más pisos; o que les dejara hacer hipotecas por el 110% ó el 120% del valor de tasación, o que estos estuviesen inflados en una espiral diabólica. Bueno, a lo mejor no lo sabía, pero los bancos lo decían en su publicidad: daban el valor de tasación y un dinero extra para amueblar el piso o para comprar el coche. Claro que estos hombres tan ocupados no se fijan en estas cosas.

Pero, a lo que vamos, ¿no adivina por qué está preocupado?

Pues por la reforma laboral y por las pensiones. Sí, muerde la mano que le da de comer, es decir, la nuestra y en vez de desearnos un futuro seguro y próspero, piensa que nuestros empresarios deben poder despedirnos mucho más barato (más fácil no, porque más fácil no lo pueden tener) y si seguimos trabajando debemos hacerlo más años y, finalmente, cobrar una pensión de miseria, porque eso favorece mucho al país y a su economía, que no sé quienes diablos serán ni el uno, ni la otra.

Es curioso lo de este hombre que, salvo de su negociado, que lo tiene bastante mal, se ocupa de cualquier cosa y, generalmente, para darnos alguna alegría.


Y para alegre el ex ministro Boyer. Dijo este simpático caballero que si seguían bajando los sueldos de los ministros pronto sólo accederían a dirigir el país los analfabetos.

La verdad, no sé que ha querido decir. He echado un vistazo a mi alrededor y he visto a mi médico de cabecera, al profesor de mis hijos, a un empleado del ayuntamiento que vive cerca de mi casa y ninguno de ellos me parece analfabeto, a pesar de que ganan bastante menos de 4.000 Euros al mes, no tienen coche oficial, ni tienen derecho a una pensión vitalicia por trabajar sólo un día.

Pero, claro, hay que ser justos con Boyer, seguramente tiene miedo a que en un futuro, en el gobierno de la nación, sólo haya ingenieros, economistas y licenciados universitarios de distintas disciplinas, y ya no nos dirijan grandes talentos como los que lo hacen en estos momentos.

domingo, 20 de junio de 2010

Política, Economía y Titulares de Prensa

Da gusto levantarse un domingo por la mañana, bajar al kiosko, comprar los periódicos y echar una ojeada a los titulares.

Antonio Trevín, Delegado del Gobierno en Asturias, dicen que dijo “hemos aprendido que no se puede construir en lugares inundables”.

He escrito dicen que dijo porque no creo que el Sr. Trevín, maestro de profesión, según tengo entendido, no supiera algo tan elemental.

En cualquier caso, y aunque hubiera empleado la primera persona del plural por generosidad con sus compañeros de partido o de profesión política, creo que es necesario establecer una PAP (Prueba de Acceso a la Política) en la que los candidatos a tan noble oficio demuestren unos mínimos conocimientos y un mínimo sentido común para evitar que tengan que aprender cosas elementales a costa de ingentes pérdidas económicas de particulares y administraciones. Tratan con un material que, como se está viendo en los último meses, es muy escaso, nuestro dinero, así que deberían llegar a la política enseñados de casa y no aprender a costa de desgracias particulares y colectivas.

Otro titular interesante: “hay que renunciar al AVE entre Lena y Gijón porque es un lujo”. El autor de esta perla es Severino García Vigón, a la sazón, presidente de la FADE (Federación Asturiana de Empresarios) Vicepresidente de la CEOE y Presidente de la Cámara de Comercio de Oviedo. A estos títulos, ya de por sí merecedores de la máxima admiración, es necesario añadir el de empresario ilustre.

Este hombre de tan grandes merecimientos y tantísimo valor, a mí, me parece un lujo.

Y el último titular: “hay que bajar salarios; antes se hacía sin que nos diéramos cuenta, con devaluaciones”. Esta perla es del eminente J.R. Álvarez Rendueles, Presidente de Arcelor en España.

Me gustaría hacer dos puntualizaciones a la afirmación de este preclaro empresario. La primera es que, aunque somos un poco tontos, estamos poco instruidos y de lo único que somos presidentes es de nuestra comunidad de vecinos y eso sólo muy de cuando en cuando (gracias a Dios), sí nos dábamos cuenta de que nuestros sueldos se volvían más pequeños cuando devaluaban la peseta. La segunda es que esas devaluaciones eran injustas porque afectaban por igual a ricos y pobres (ya sé que es una terminología anticuada, pero no se llamar de otra manera a los que tienen mucho dinero y a los que tienen poco), pero bajar los salarios es más injusto aun, porque sólo afecta a los pobres y a los que no son ricos.

Y también me voy a atrever, con todo respeto y desde mi ignorancia, a hacerle dos preguntas. ¿Sabe lo que están cobrando en su empresa los cuadros? Si no es así, puede leer los diarios asturianos de hace unas semanas, y luego decirnos qué le parece. La otra pregunta es ¿cuánto ha bajado su sueldo desde que comenzó la crisis?

Y finalmente una pregunta para los que afirman que la reforma laboral del gobierno ha sido una “reformita” que se ha quedado corta y que es necesario profundizar más: ¿que tal un régimen de semiesclavitud en la que los obreros perciban un pequeño estipendio para sus vicios (ya se sabe como son) y que coman y duerman en barracones de la propia empresa, mientras estén trabajando para ella? Supongo que tampoco verían mal la desaparición del antiguo INEM y la abolición del Estatuto de los Trabajadores y volver a la plaza pública, en la que cada mañana se reunirían los trabajadores para que el patrón contratara a aquellos que necesitara ese día y le parecieran más aptos o más fuertes o menos conflictivos. Claro que la plaza ahora ya no sería un lugar físico, hemos avanzado mucho y somos un país tecnológicamente desarrollado, y se haría todo por un internet: mucho más limpio y menos engorroso.


domingo, 13 de junio de 2010

Preguntas para una crisis

El tratado de Maastricht se firmó el 7 de febrero de 1992 y estableció un plazo de 7 años para alcanzar los criterios fijados en el mismo, entre otros, que los estados que aspirasen a entrar en la moneda única deberían tener un déficit público no superior al 3%.

La situación económica en Europa en el año 92 del pasado siglo no era, ni mucho menos, tan mala como dicen que es la actual, pero se dieron 7 años a los países para que pudieran alcanzar los criterios de convergencia. En cambio, en el momento actual, y si hemos de creer a los que dicen que la situación económica es de emergencia, la UE da un plazo de apenas 3 años para reducir el déficit al 3%.

Como consecuencia de ello, los gobiernos de Alemania y Francia acaban de anunciar medidas que supondrán unos ajustes adicionales a otras medidas ya tomadas anteriormente de 80.000 millones y 100.000 millones de Euros respectivamente.

Dejando de lado el caso de España, que tiene sus problemas específicos, las preguntas que se me ocurre son: ¿por qué el 3% y no, por ejemplo, el 5%? ¿por qué 3 años y no, por ejemplo, 5 años? ¿quién es el economista, experto o analista que pueda demostrar que han de ser unas cifras y no otras, visto el desbarajuste en el que entraron las economías occidentales sin que nadie fuera capaz de preverlo?

La diferencia puede parecer baladí, pero esos cambios de criterio supondrían, a lo mejor, que los dos países citados tuvieran que rebajar los recortes anunciados a la mitad, lo que permitiría tener más dinero para inversiones o para dejar en manos de los ciudadanos, en definitiva para consumir y tirar de la economía.

El caso de España, aunque con sus particularidades, sería similar. No es lo mismo rebajar el sueldo a los funcionarios que reducirlo; no es lo mismo aplazar inversiones en obras públicas que mantenerlas.
Es necesario reducir el déficit de los países, pero debe hacerse en unos plazos razonables que permitan hacerlo sin causar daños mayores que los que se quieren evitar.

Un ejemplo trivial pero que se puede entender bastante bien. Si yo quiero comprarme un piso seguramente necesitaré un préstamo hipotecario que tendrá una duración de 25 ó 30 años, es decir que me endeudaré durante dicho periodo de tiempo en el que estaré pagando mensualmente una cuota integrada por los intereses de esa deuda y por capital que voy amortizando. Si echo las cuentas, es muy posible que, cuando haya terminado de pagar el préstamo, haya pagado un importe equivalente a 2 veces, o incluso más, el precio del piso. La operación parece ruinosa, pero si quiero tener un piso en propiedad es la única manera, puesto que no dispongo de efectivo para comprarlo, así que debo acudir al crédito, tengo que endeudarme.

Si un analista estudia mi situación mientras estoy pagando la hipoteca y me dice que estoy muy endeudado y que debo reducir mi deuda a la mitad, eso significa que, o bien amortizo la mitad del préstamo, lo que no podré hacer, seguramente, porque seguiré sin disponer de ese dinero; o reduciré el plazo a la mitad con lo que mi cuota se doblará y, posiblemente, mis ingresos no me permitan pagarla, al menos no sin renunciar a la compra de bienes básicos para la subsistencia.

Con la economía de los países se corre el riesgo de que ocurra algo parecido. Si se efectúan recortes tan importantes se corre el riesgo de que se produzca una caída del consumo tan fuerte que, en vez de salir de la crisis nos hunda más en ella.

Esto que acabo de decir es tan simple que cualquiera puede entenderlo, incluidos los analistas y expertos económicos que circulan por estos mundos y que son unos fenómenos explicándonos por qué se ha desbordado el río, pero que son incapaces de prever que va a llover ni siquiera de un día para otro. Y no hablo ya de los tertulianos que pueblan radios y televisiones repitiendo como papagayos las consignas de moda.

Y como es tan fácil de entender, quiere decir que se hace sabiendo el riesgo que se corre, pero con un objetivo claro y que nadie quiere decir. Y ese objetivo, a mi modo de ver, no es otro que el de pegarle un buen recorte al estado del bienestar de la Unión Europea.

Alguien o “alguienes” en algún sitio han llegado a la conclusión de que ya está bien de tanto gasto social.
¿Por qué una sanidad pública que pagamos entre todos y de la que sólo se obtienen “modestos” ingresos con la fabricación de los fármacos y de los aparatos médicos, si podemos exprimir a los ciudadanos cuando estén dispuestos a dar hasta el último céntimo para recuperar la salud y en los que no gastaremos un euro más de lo necesario cuando esa recuperación sea “anti económica”?

Para qué mantener ejércitos si podemos tener empresas mercenarias que pueden ganar dinero matando a los enemigos y arriesgando y perdiendo las vidas de sus ¿trabajadores? (este camino ya lo ha iniciado USA con las famosas subcontratas de empresas de seguridad en Iraq).

Para qué enseñanza pública si puede haberla privada y alguien puede hacer un buen negocio con ella.
En definitiva, menos gasto público para prestar servicios básicos que deberán ser asumidos por la inestimable iniciativa privada y siempre con el loable objetivo de ganar dinero.

Y para terminar alguna pregunta más en estos días de confusión e incertidumbre dirigidas a aquellos que hablan como si tuvieran respuestas para todo, pero se limitan a repetir una y otra vez los argumentos que han oído a supuestos expertos.

Es necesario modificar el mercado de trabajo porque hay más de cuatro millones de parados y entre los jóvenes es del 40%. ¿Sería mejor que ese 40% fuera entre hombres maduros con hijos en el colegio y la hipoteca sin pagar?

Hay que rebajar el coste del despido para evitar la actual dualidad en la que unos trabajadores tienen empleo fijo y estable y otros contratos temporales. ¿Cuánto se ha de reducir el despido para que sea tan barato como un contrato temporal?

Hay que cambiar el mercado de trabajo para que los empresarios se animen a contratar. ¿No habría que animarlos primero a que dejaran de despedir?

Sería una buena medida que el coste del despido aumentara con la antigüedad del trabajador en la empresa. ¿No aumenta con la antigüedad una indemnización que establece un número de días por cada año trabajado?

Y la última: ¿por qué nadie se pregunta la razón por la que tantas empresas que han ganado mucho dinero en los últimos 14 años no se ha preocupado de dotar las indemnizaciones de los trabajadores para cuando llegaran los malos tiempos, que todo el mundo sabía que terminarían por llegar, porque los ciclos expansivos no duran eternamente?