Zapatero ha comprado el apoyo a los presupuestos cómo ha hecho con los de todos los años y como han venido haciendo todos los presidentes de gobierno de la democracia, salvo cuando González y Aznar han tenido mayoría absoluta y no han necesitado los votos nacionalistas. Así que poco se puede reprochar a Zapatero en este asunto. El reproche, en todo caso, debemos hacerlo al sistema establecido y a la falta de escrúpulos de unos políticos que, lejos de buscar el bien común, buscan ante todo el suyo propio y, como mucho el de su partido.
Este objetivo les lleva a mantener unos sistemas clientelares vergonzantes que han creado unas estructuras administrativas y parafuncionarales carísimos e ineficientes.
Este objetivo les lleva a mantener unos sistemas clientelares vergonzantes que han creado unas estructuras administrativas y parafuncionarales carísimos e ineficientes.
A esto debemos añadir la corrupción política en todos sus aspectos e íntimamente ligada a ese objetivo de mantener las adhesiones inquebrantables. El aspecto más destacado es la corrupción relacionada con la construcción, las recalificaciones y el urbanismo en general. Pero tampoco podemos perder de vista otros aspectos no sólo menos importantes, sino quizás más graves para la salud democrática del país: los apaños en la selección de personal, tantas veces en connivencia con los sindicatos mayoritarios, en las adjudicaciones de obras, de contratos de servicios públicos y las subvenciones de todo tipo con las que reparten el dinero de nuestros impuestos con una liberalidad y falta de criterio que, en muchos casos, están tipificados en el Código Penal.
No puede extrañarnos que, con la crisis que nos asola y con casi cinco millones de parados, la gente vea en los políticos un problema al que, además, no se ven capaces de ponerle solución; lo que nos retrotrae a una situación social similar al caciquismo del siglo XIX.
Si no somos capaces de darles una buena lección, castigándolos con lo único que tenemos en nuestras manos y que, por otra parte, es lo único a lo que de verdad son sensibles, nuestros votos; aprovechando que la situación nos ha hecho especialmente sensibles con el deficiente servicio que nos prestan estos supuestos servidores públicos; si no lo hacemos ahora, ya no podremos hacerlo nunca.
Y no vale decir que no hay alternativa y que si unos son malos, otros son peores. Es cierto que todos son muy malos, pero hay muchos partidos a los que votar y que pueden quitarles votos a los dos partidos mayoritarios y que si lo hacemos en un número muy importante, les hará reaccionar y les devolverá el respeto por los ciudadanos que parecen haber perdido definitivamente.
UPyD, Ciudadanos, IU, y otros muchos partidos minoritarios o sin presencia parlamentaria en estos momentos, con una representación parlamentaria suficiente, supondrían un revulsivo para los dos grandes partidos que llevan demasiado tiempo tratándonos como súbditos y no como ciudadanos.