miércoles, 29 de diciembre de 2010

Los mercados son los usureros

Subida de impuestos, subida de precios de productos de primera necesidad; bajada de salarios, congelación de pensiones. Aumento de la edad de jubilación y del periodo de cálculo, es decir, reducción de pensiones a medio-largo plazo. Desligar el incremento de las pensiones del IPC. Eliminación de deducciones: 400 euros, eliminación de la desgravación por compra de viviendas; eliminación del cheque bebé. Eliminación de la paga de 400 euros a los parados sin subsidio.

¿Algo más?

Seguro que a nuestro intrépido presidente se le ocurre alguna medida más “cueste lo que cueste y le cueste lo que le cueste” como él mismo ha dicho. El problema es que lo que le cueste a él lo vamos a pagar nosotros. Y si se refiere a que le puede costar su puesto de trabajo, él va a tener una pensión y unas ventajas como ex presidente que ya les gustarían a los millones de parados de este país y a la mayoría de los que tienen trabajo.
Pero Zapatero está dispuesto a darle a los mercados hasta la última gota de nuestro enclenque estado del bienestar.

El PP tomaría medidas aún peores repiten una y otra vez los que hasta hace nada defendían el gobierno de Zapatero y a Zapatero mismo como si hubieran sido una bendición. Y es posible que el PP tomara medidas peores, pero no está gobernando, así que pasemos cuentas a quien debió hacerlo durante estos últimos seis años y que en lugar de eso se dedicó a derrochar nuestro dinero a manos llenas, primero, y a disimular una crisis indisimulable, después, derrochando el dinero que ya no tenía.

Son los mercados, repiten irritados los que nos decían que vivíamos en el mejor de los mundos posibles. Pues sí, son los mercados. Mandan más que los gobiernos, nos cuentan horrorizados quienes aplaudían con las orejas el derroche en tanto gasto inútil y sistemáticamente calificado como el chocolate del loro.

Estamos en manos de los mercados porque hemos gastado lo que no teníamos y como las familias arruinadas nos vemos en manos de los usureros a quienes les debemos hasta la camisa. Eso son los mercados, los usureros que nos suben los intereses cada vez que acudimos a ellos para que nos renueven el crédito.

Pero esto no era inevitable, aunque los papagayos quieran convencernos de lo contrario.

Una hacienda pública saneada, con un nivel de endeudamiento razonable y un sistema productivo moderno, basado en la tecnología, la investigación, el desarrollo y la innovación y no en la construcción, el pelotazo (perdón por la redundancia) y el chiringuito playero.

Una administración con una dimensión adecuada, con menos funcionarios, pero, sobre todo, con menos asesores que lo único que hacen es cobrar a fin de mes y cobrar mucho, con menos coches oficiales, con menos tarjetas Visa, con menos comidas y menos viajes. En fin, con menos, muchísimo menos gasto. Y con menos, muchísimas menos subvenciones.

En definitiva, con una administración austera y no derrochadora no estaríamos ahora en manos de los usureros que, cuantas más dificultades tenemos para pagarles, más altos nos ponen los intereses.

Y para terminar una consideración acerca de la subida de la energía eléctrica. ¿Cómo es posible que con el incremento habido en los último años ningún empresario se haya quejado de que esas subidas restan competitividad a nuestras empresas? Me extraña que no se hayan dado cuenta de ese detalle los que enseguida denuncian que los incrementos salariales disminuyen su competitividad.

También es llamativo el hecho de que las eléctricas sean el refugio del dinero de empresarios de las grandes constructoras teniendo el déficit de tarifa que dicen tener.

¿Alguien cree que si dice que su empresa vende los productos por debajo de coste subirán sus acciones y los inversores se apresurarán a invertir en ella?

¡Qué raro es esto de la economía! Y cuanto sinvergüenza anda suelto.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Productividad y malas costumbres

Julio Gavito, ex consejero de industria del gobierno de Asturias, ha escrito un buen artículo en La Nueva España de hoy domingo, con el que, salvo algunos prejuicios religiosos que no puede evitar que se cuelen entre sus argumentos, estoy totalmente de acuerdo. El artículo se titula Los puentes festivos y otras culturas hispanas” y en él critica los puentes que tenemos por costumbre disfrutar en nuestro país y las eternas “comidas de trabajo” que se prolongan hasta bien entrada la tarde o, mejor dicho, hasta final de la tarde, ya que a las cinco o cinco y media en muchos países de Europa ya están a punto de cenar. Relaciona todo esto con la falta de productividad de nuestra economía y de cómo los presidentes y directivos son los primeros en dar (mal)ejemplo.
No puedo estar más de acuerdo. Los que tanto se quejan de la falta de productividad de los trabajadores y de la necesidad de flexibilizar (léase abaratar) el mercado de trabajo, son los que llegan al despacho a las diez de la mañana, se van a comer, de trabajo, desde luego, a las dos de la tarde y regresan a las cinco o las seis de la tarde para permanecer en el despacho (trabajar es otra cosa) hasta las ocho o las nueve, porque hay que dar ejemplo a los trabajadores a los que les exigen que estén en su puesto desde las ocho de la mañana. El mal ejemplo no es sólo por el horario, sino que, normalmente, los efectos del buen vino de la comida y del güisqui de la sobremesa es demasiado notorio.
La cultura de “estar” en el puesto de trabajo está demasiado presente entre los directivos de nuestras empresas y ellos son los primeros que creen que con estar en su despacho hasta las nueve de la noche ya justifican de sobra sus desvelos por la buena marcha de la empresa.
Como decía al principio, Julio Gavito tiene mucha razón, pero me extraña que no haya pedido las medidas necesarias para erradicar estas pésimas costumbres, medidas que, en alguna medida, y desde luego en el propio ejemplo, están al alcance de nuestros dirigentes políticos. Son medidas sencillas y fáciles de adoptar:

1.- Que ningún político organice ningún acto después de las seis de la tarde.
2.- Que ningún político acuda o promueva “comidas de trabajo”.
3.- Que las fiesta se trasladen sistemáticamente al lunes o viernes más próximo.
4.- Establecer nuestra hora oficial en una hora menos. Por situación geográfica, nos corresponde tener las misma hora que Portugal o Gran Bretaña. Sólo hace falta mirar un mapa o atender a nuestros hijos cuando, en los meses de verano, se quejan de que queremos que se duerman cuando todavía es de día.

Cuando se traslade la idea de que no es de recibo estar comiendo a las cuatro de la tarde o tomando cañas en las terrazas hasta las doce de la noche en los días laborables, salvo que se esté de vacaciones, se habrán puesto las bases para que nuestra productividad se aproxime a la de los países europeos de nuestro entorno, con los que debemos competir.
¡Ah! Y si los “capitanes de empresa” empiezan a dar ejemplo, tendrán la autoridad moral par hablar de productividad.
¡Venga, a ello!

jueves, 2 de diciembre de 2010

Los mercados y las nuevas medidas del gobierno

Le estuve dando muchas vuelta sin saber cómo expresar lo que sentía y, finalmente, he decidido que no vale la pena hacer muchos circunloquios. Así que lo diré llanamente.
Me avergüenza vivir en un país, en una Unión Europea, en una sociedad occidental y capitalista en la que se aplaude la decisión de destinar miles de millones para ayudar a los bancos, donde se bajan los impuestos a las empresas, donde se destinan muchos cientos de millones a sindicatos, patronal y partidos políticos, que destina miles de millones a subvencionar las asociaciones y los proyectos más estrafalarios y peregrinos que se pueda imaginar. Me avergüenza, en fin, vivir en un país que derrocha el dinero a manos llenas y no puede destinar cuatrocientos Euros mensuales a los trabajadores en paro que no perciben ninguna prestación  o que congela las pensiones.
El sistema capitalista se va quitando poco a poco la careta. La sociedad de libre mercado que, nos decían, era superior moralmente y económicamente a los regímenes del llamado socialismo real; que, al contrario que éstos, creaba riqueza en lugar de miseria, parece haberse hartado de tanto disimulo y ha decidido, al fin, enseñar su auténtico rostro: el de la codicia insaciable, el de la ambición sin escrúpulo ni medida. Todos somos sacrificables: los trabajadores, los ancianos, los niños. Nadie vale nada si no puede pagar impuestos, si no puede pagar una hipoteca, si no puede, en fin, ser útil para el enriquecimiento de los que ya son asquerosamente ricos.
Mientras tanto, nuestros gobernantes toman medidas cada vez más drásticas desesperados ante una situación que no controlan y que, seguramente, tampoco entienden. Es posible que esas medidas sean exigidas por los mercados, es posible; pero espero que un buen día esos mercados no nos exijan el alma porque, llegado ese momento, no sé qué vamos a darles.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

El cinismo de nuestros políticos: wikileaks y no wikileaks

Nuestros políticos hacen gala de un cinismo que sólo es comparable en cantidad con su estulticia.

Las revelaciones de los papeles secretos de USA lo están dejando de manifiesto en el caso de los políticos españoles que dicen una cosa de cara a la galería y hacen lo contrario en los despachos alfombrados de los ministerios y las embajadas. No tiene por qué extrañarnos: los conocemos y sabemos bien de su capacidad para mentir y engañarnos.
Este fin de semana en Gijón, la policía local levantó acta de un local que no sólo vendía alcohol a menores, sino que les ofrecía un espectáculo de desnudo integral masculino.
Usted que es buena gente y que sabe que no se debe vender alcohol a menores y que se les debe educar en una sana sexualidad y que conoce la gran preocupación de nuestros políticos por la salud, en todos los aspectos, de nuestros jóvenes, ya habrá imaginado que el Ayuntamiento de Gijón habrá tomado las medidas cautelares necesarias, cerrando el establecimiento hasta que se tramite el expediente sancionador.
Bueno, pues, si usted ha pensado eso, se habrá equivocado por completo, nuestro consistorio parece que no se ha alarmado demasiado con el asunto y el local, de momento, puede abrir sus puertas con normalidad.
O sea, que todas esas preocupaciones por la salud física y moral de nuestros jóvenes son, como tantas otras cosas, palabrería barata en boca de unos personajes que han hecho de la mentira y la impostura su modo de vida.
Yo ya sospechaba que cuando ponían tanto empeño en cuidarnos para que no nos matáramos o nos hiciéramos mucho daño viajando sin el cinturón de seguridad, no eran del todo sinceros y me maliciaba que detrás de todos esos desvelos había un interés en ahorrar los costes sanitarios y sociales de esos accidentes y el deseo de sacarnos el dinero de nuestros bolsillos convenciéndonos de que lo hacían por nuestro bien.
Estaba bastante seguro de que cuando a nuestros jóvenes se les reparten condones en los colegios, se les deja libre acceso a la píldora del día después y se les permite abortar sin que siquiera se deba informar a sus padres; y todo ello no era seguido de una educación sobre lo importante de tener una vida sexual sana, de orientar a los jóvenes para no trivializar el sexo y para actuar con responsabilidad en un tema tan importante que quizás no les quite la vida o no les deje en una silla de ruedas, pero que puede echar su vida a perder, arrastrando graves secuelas psicológicas de por vida; viendo todo eso, ya me imaginaba que la única pretensión de nuestros políticos es la de haz lo que quieras, pon medidas si te parece, aborta, si no las has puesto, pero no vengas luego a darme la tabarra con que tienes un hijo y necesitas ayuda: ¡haber tomado medidas o haber abortado! que posibilidades tenías.
En definitiva, detrás de una aparente preocupación lo que hay es un interés de que los jóvenes solucionen los problemas de manera drástica y radical, sin importar las secuelas que eso pueda dejarles, con tal de que no causen problemas.
Trivialicemos el sexo, el consumo de alcohol y de drogas (vean nuestras “blancas”series españolas y verán que sus argumentos giran casi exclusivamente alrededor de las relaciones sexuales y están salpimentadas capítulo sí y capítulo también con el canuto, el porro, la raya y todo con un buen rollo que mola cantidad) y entre tanto sigamos predicando que estamos muy preocupados por nuestra juventud y que es necesario educar en valores.
Valores en este país ya no quedan ni en la bolsa de idem.