sábado, 11 de abril de 2015

Yo prefiero a Rosa Díez

En estos momentos en los que se está viendo la desbandada de los cargos orgánicos de UPyD que, en contra, de lo que debe ser ejemplar en cualquier organización, son los primeros en salir corriendo, mostrando de ese modo el camino a los militantes. En estos tiempos, digo, voy a romper una lanza en favor de Rosa Díez y de los que, con ella, siguen al frente de su partido contra viento y marea.
También quiero destacar el valor de la decisión adoptada por Irene Lozano: ha decidido disputar la secretaría general de la formación y ahí sigue, en el Parlamento y en el partido, tratando de cambiar desde dentro la dirección del mismo, toda vez que no está de acuerdo con ella.
El caso de Toni Cantó, aunque no termina de gustarme y no acabo de entender qué necesidad tenía de abandonar su escaño en el Congreso, porque yo creo que se debe a sus votantes, es, de todas formas, meritorio: permanece en el partido como un militante de base (él no tenía ningún puesto orgánico en el partido), renuncia a presentarse como candidato de UPyD a la Generalitat valenciana (otra cosa que no entiendo, puede que pretenda tener la suficiente independencia para tomar sus decisiones o puede, simplemente, no querer quemarse en unas elecciones con pocas probabilidades de éxito) y dice que esperará a ver qué ocurre en el próximo congreso extraordinario.
Todos ellos, Rosa Díez, Gorriarán, Irene Lozano, Toni Cantó, etc. siguen en el partido, supongo que porque creen en su proyecto y están dispuestos a defenderlo.
Pero hay otros casos lamentables, nada edificantes y que nos recuerdan demasiado a lo que hemos venido viendo durante tantos años en los partidos, llamémosles, convencionales. Casos en lo que se ve, por encima de todo, el deseo de seguir en el puesto alcanzado y que ahora, quizás, ya no podrán mantener en UPyD. Casos en los que, al ver esfumarse las posibilidades de conseguir una concejalía o un puesto de parlamentario regional (ahora que ya nos tocaba, deben de pensar muchos) se apresuran a buscar un partido en el que sí tengan posibilidades de alcanzarlo. ¡Cuántas veces hemos visto comportamientos similares! ¡Cuántos tránsfugas han poblado la vida política española durante los casi cuarenta años de democracia!
Dicen que no comparten la decisión de Rosa Díez de no pactar con Ciudadanos. ¿Sólo por eso abandonan su partido, el partido en el que decían creer? ¿Sólo por eso se van a otro partido? ¿De verdad creen que UPyD y Ciudadanos tienen programas totalmente intercambiables y es igual estar en uno que en otro? ¿Tan inconsistente es su fe en su propio proyecto?
Llevamos varias semanas oyendo cómo cargos de ejecutivas locales de UPyD repiten como autómatas que están decepcionados por la decisión de la dirección nacional de su partido de no pactar con Ciudadanos, de modo que, en la misma afirmación también culpan de la falta de acuerdo exclusivamente a los suyos y exculpan por completo al partido de Albert Rivera, lo cual dice bien poco de su confianza en sus propios líderes.
Pero la situación llega a ser esperpéntica en Asturias. Aquí, el candidato por UPyD a la Junta General del Principado y hasta ahora diputado regional por ese partido, expone su proyecto de pacto con Ciudadanos, explica las negociaciones que ya viene celebrando con los cargos de dicho partido y hace público que una de sus asesoras en el grupo parlamentario en la Junta General del Principado es la representante legal de Ciudadanos porque así se lo pidió él mismo a Albert Rivera para tener a una persona de su plena confianza en Ciudadanos. ¿Alguien ha oído algo más esperpéntico? ¿Se puede tener mayor desfachatez?
Estos hechos no enfangan solo al parlamentario de UPyD, Ignacio Prendes, sino que ponen también en solfa las proclamas de Albert Rivera sobre su proyecto de hacer política de otra manera, de marcar distancias frente a los partidos tradicionales, porque esta forma de hacer política se parece como dos gotas de agua a la peor forma de hacer política de aquellos partidos a los que no se cansa de criticar. Las aventuras de los tránsfugas que ha habido en la historia  de nuestra democracia, que no han sido pocas, siempre han tenido, al menos, a dos tristes protagonistas: al político que se cambiaba de bando y al que le seducía o aceptaba sus propuestas para acogerle en el suyo. Como dice el refrán, tan culpable es el que mata como el que tira de la pata.
No voy a dedicar ni una palabra más a un Ignacio Prendes que pronto ha olvidado sus discursos sobre la regeneración democrática para dedicar todos sus esfuerzos a buscar un nuevo partido con el que tener opciones de conservar su escaño en el parlamento asturiano, pero no puedo terminar sin hablar de lo pronto que Ciudadanos ha comenzado a decepcionar a muchos de los que observábamos con atención, y hasta ilusión, el crecimiento de sus expectativas electorales. Pronto ha quedado de manifiesto que tras las palabras de regeneración democrática y de nuevas formas de hacer política había, a lo que se ve, más cálculo político, más táctica, que estrategia.
Un proyecto político puede hacerse atractivo envolviéndo con bonitas palabras los anhelos de las personas, pero, como dijo Kennedy: se puede engañar a todo el mundo durante algún tiempo, se puede engañar a algunos todo el tiempo, pero no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo.
A la vista de todo lo que está sucediendo, yo preferiría mil veces a UPyD y a Rosa Díez con todos sus defectos y errores, que a Ciudadanos y a Albert Rivera que están demostrando tener más ambición que principios.

viernes, 3 de abril de 2015

Asturias hacia el siglo XIX de la mano de Podemos

Podemos de Asturias parece que cuestiona el AVE. Parece no hacer ascos a la oficialidad del asturiano, que, como todos sabemos, es poco menos que una lengua franca que nos permite a los asturianos movernos por todo el mundo sin problemas de comunicación, pero duda con una “obra faraónica y de alto coste”, como el AVE.
La verdad, no me extraña, porque, como se cansan de decirnos otros detractores del AVE, son infraestructuras que nunca se rentabilizarán.
Ya sabemos que la rentabilidad es la condición indiscutible para que cualquier inversión o gasto público se lleve a cabo, sea cual sea la administración que lo realice.
Todos sabemos que en Asturias se ha cerrado la televisión autonómica por no ser autosuficiente. ¡Ah!, no, se me olvidaba que es un servicio público y por eso debe mantenerse.
Bueno, bien. Hunosa. La empresa minera es deficitaria, los coste de extracción son muy elevados, el carbón es de baja calidad y todos pagamos en el recibo de la luz las cantidades que deben desembolsar las eléctricas por consumir carbón nacional.
¡Vaya!, tampoco. La lucha de los mineros por defender sus puestos de trabajo es un modelo a seguir por toda la clase trabajadora y... ¡Vale, vale! Hunosa sigue funcionando.
Los autobuses urbanos, las líneas de Renfe, las televisiones autonómicas, RTVE... Todo eso sigue funcionando bajo el paraguas del servicio público. Y en muchos casos es lógico. ¿Debe un municipio mantener sólo las líneas de autobuses que son rentables y condenar a los usuarios de las líneas que no lo son a no disponer de transporte público?
También podríamos preguntarnos si son rentables las autopistas. En términos estrictos, no. Pues no se paga por su uso.
¿Cuántos aeropuertos de España deberíamos cerrar por no ser rentables? Es posible que sólo Madrid, Barcelona y Palma de Mallorca se salvarían de la quema.
Volviendo al tren, me temo que la linea Madrid-Gijón sea deficitaria en estos momentos. ¿La quitarán también, además de no terminar el AVE?
¿Debe conformarse Asturias con un trazado ferroviario del siglo XIX? Este invierno ha estado incomunicada con la meseta por tren durante tres o cuatro días debido a las fuertes nevadas. ¿Puede Asturias permitirse eso?
La ruta aérea con Madrid sigue monopolizada por Iberia y un viaje de trabajo en el mismo día (ahora sólo posible por avión, en coche es inhumano) supone un desembolso de casi 500 Euros.
Los empresarios y ejecutivos asturianos se quejan de la falta de comunicaciones, pero es que los que vienen de afuera se horrorizan de las dificultades para llegar hasta aquí, lo que, finalmente, pesará en su decisión a la hora de invertir en una región que está tan mal comunicada.
Llevamos más de treinta años con gobiernos socialistas (excepto los cuatro años de Marqués y el año de Álvarez-Cascos) que nos han ido hundiendo en nuestras propias carencias, agrandándolas, y sin ser capaces de diseñar un futuro para esta región ensimismada en un pasado industrial del que queda poco más que el recuerdo. Pero, como todo lo que es susceptible de empeorar empeora, es muy posible que en las próximas elecciones autonómicas gane una izquierda liderada por Podemos que nos devolverá definitivamente al siglo XIX.