domingo, 19 de octubre de 2014

Kike Figaredo y su opinión sobre su primo Rodrigo Rato

El prefecto apostólico de Battambang, el gijonés Kike Figaredo, es una persona admirable que está haciendo una gran labor en Camboya. Es difícil no sentir admiración por este hombre cuando se ve lo que ha hecho por los mutilados por las minas antipersona y su empeño en eliminar su uso. Por eso resulta más triste y doloroso leer unas declaraciones suyas en el diario La Nueva España de hoy sobre su primo Rodrigo Rato.
En demasiadas ocasiones los obispos españoles hacen declaraciones polémicas más a tono con su ideología política que con su magisterio. Los católicos españoles, sobre todo los que no tienen unas ideas políticas conservadoras, están acostumbrados a separar el grano de la paja, es decir, a distinguir entre las opiniones políticas de la jerarquía católica de España de los dogmas de su fe.
Sin embargo, las opiniones vertidas por Kike Figaredo en la entrevista citada más arriba se hacen muy difíciles de digerir, por mucha voluntad que se ponga.
Dice Kike Figaredo que su primo Rodrigo Rato es una gran persona que les ha ayudado mucho en su causa y que fue quien promovió la ley para que España prohibiera la fabricación de las minas antipersona. Dice que es un gran trabajador, que se encuentra destrozado con lo que está ocurriendo y, opina el obispo, que es una especie de chivo expiatorio y que hay un ensañamiento social con él.
Qué triste resulta leer estas cosas de una persona de la que se supone que se siente unido a los que más sufren, una persona que sin duda tiene formada una recta conciencia que no solo le permite sentirse inclinado a la caridad, sino que le permite reconocer la injusticia social.
No sé si Kike Figaredo sabe que su primo, Rodrigo Rato, además del uso de su propia tarjeta opaca, como máximo responsable de Caja Madrid y Bankia, también lo era de que más de 80 consejeros y directivos de la entidad disfrutaran de las suyas.
Rodrigo Rato también está siendo investigado por el origen de más de 6 millones de euros que, al parecer, tiene en un paraíso fiscal.
Y mientras Rato y los demás consejeros hacían un uso indiscriminado de sus tarjetas opacas miles de ciudadanos eran engañados con participaciones preferentes y acciones de Bankia que no valían ni el papel en el que estaban hechos los contratos.
Miles de ancianos pensionistas vieron cómo desaparecían los modestos ahorros de toda una vida que deberían servirles para hacer más llevadera su vejez, para no depender sólo de una exigua pensión o para ayudar a sus hijos, víctimas también de los sinvergüenzas que ostentan el poder político y económico en este país.
Hace unos días, en un programa de televisión, entrevistaban a una víctima de las preferentes y le preguntaban su opinión sobre el hecho de que Blesa hubiese gastado 9.000 Eros en una sola noche en el Ritz, gasto que abonó con su maravillosa tarjeta. La respuesta de la anciana fue demoledora: “eso es lo que yo gano en un año”.
¿De verdad existe un ensañamiento con Rodrigo Rato o alguno de los sinvergüenzas que dirigían Caja Madrid, a la que llevaron a la ruina y fue necesario rescatar con una ayuda de 22.000 millones de euros, mientras ellos gastaban nuestro dinero, el de todos los españoles, como si no hubiera un mañana? ¿Ensañamiento social? ¿De verdad, señor obispo?
Parece que sigue habiendo personas que creen que algunos tienen derecho a poseer, disfrutar y usurpar todos los bienes de este mundo por ser especiales, por pertenecer a una clase social superior y que, en el mejor de los casos, por su bondad, se sienten caritativos y ayudan a los más desfavorecidos con la condiciçon de que éstos deben continuar en su resignada pobreza porque ese es el orden lógico de las cosas.
Recomiendo a Kike Figaredo que eche un vistazo a los gastos de casi 100.000 Euros que su primo Rodrigo Rato realizó con su tarjeta black y que está en el siguiente enlace http://www.eldiario.es/economia/cargo-Rato-tarjeta-bebidas-alcoholicas_0_312169051.html#gastos. Quizás así, la próxima vez que le pidan su opinión sea algo más prudente y, al menos, opte por el silencio.

sábado, 11 de octubre de 2014

Información tóxica

Cada vez que en España se produce alguna situación de especial importancia e impacto, ya sea un atentado terrorista, el naufragio de un petrolero o la actual crisis del ébola, los medios de comunicación se lanzan sin control ni medida a, lo que ellos llaman, el seguimiento informativo del acontecimiento.
En estas ocasiones se repite el lamentable espectáculo de comprobar cómo son incapaces de superar su habitual politización y sectarismo. Es más, estos defectos se acentúan espoleados, sin duda, por la ocasión de golpear duramente a los políticos de la cuadra adversaria y por la oportunidad de mejorar con un aumento de las ventas la maltrecha cuenta de resultados o mejorar los índices de audiencia para poder captar más publicidad y cobrar por ella un mayor precio.
El resultado de todo ello es una sobreinformación sin control que termina por convertirse en tóxica.
Los medios de comunicación, la prensa, se ganó la consideración de cuarto poder porque, al margen del judicial, el legislativo y el ejecutivo, tenían la función fundamental en una sociedad libre y democrática de controlar a estos poderes mediante la publicación de la verdad, de poner luz sobre los asuntos públicos, de evitar que la opacidad, la oscuridad o el secretismo permitieran a los que detentaban los otros tres poderes actuar impunemente de espaldas a los intereses de los ciudadanos a los que deben servir.
La prensa, en definitiva, tenía la misión de comunicar a los ciudadanos lo que sucedía con los asuntos públicos para que, correctamente informados, pudieran ejercer con conocimiento de causa la elección de sus representantes.
Pero hace tiempo que los medios de comunicación han abandonado esta función fundamental y se han dedicada a servir a sus propios intereses empresariales siendo complacientes con los partidos que los favorecen con las concesiones de licencias de radio y televisión y con la muy sustanciosa publicidad institucional y de partido. Esta situación también lleva aparejada la otra cara de la moneda: el ataque furibundo al adversario, la amplificación sin piedad de la paja en su ojo y el olvido, el disimulo o, sencillamente, el silencio sobre la viga en el ojo del “amigo”.
La primera víctima de esta situación es la verdad o, mejor dicho, la veracidad. Tiene más importancia buscar la manera de desacreditar al adversario o de tratar de exculpar al aliado que contar los hechos de manera imparcial. El resultado es un cúmulo de información poco o nada contrastada, dar la misma repercusión a las declaraciones de un experto que a la de cualquier persona anónima cuyo único mérito es ser vecino de la zona, trabajador de una empresa relacionada con el lugar donde han tenido lugar los hechos, etc.
A todo ello se unen las tertulias que llenan horas de programación de radio y televisión en las que periodistas o personajes más o menos importantes sin otra relación con los medios de comunicación que ser tertulianos habituales y que lo mismo opinan de la crisis de juego de la selección española de fútbol que de lo acertado de los elementos de seguridad de un tren AVE o de la posible emergencia sanitaria por contagio de ébola.
El resultado de todo ello es que resulta imposible tener una información cierta sobre los hechos.
Es evidente que la prensa tiene sus ideología y que puede interpretar los acontecimientos en función de la misma, pero debe hacerlo por medio de los editoriales o de los artículos de opinión. Pero no debe hacerlo desde la manipulación de la información, el sectarismo o el sesgo informativo.
El caer en todos estos defectos ha traído como consecuencia la pérdida de toda credibilidad ante las personas que desean tener una información veraz e imparcial y, por consiguiente, una crisis empresarial de gran calado.
Los grandes medios, sobre todo los escritos, achacan la culpa de la crisis que padecen a la crisis económica y a internet, y no quieren reconocer que la causa principal es que su sectarismo y su sesgo ideológico han contaminado de tal forma su manera de presentar la información que los lectores que buscan información seria y de calidad les han abandonado, ya que no solo no la encuentran, sino que sienten que intentan manipularles. Esto ha traído consigo la caída de las ventas y con ésta la pérdida de publicidad.
Ahora mismo hay más ideología y sectarismo en los consejos de redacción de los medios de comunicación que en las ejecutivas de los partidos políticos. ¡Así les va!