domingo, 23 de abril de 2017

Las lágrimas de Esperanza Aguirre


He visto a Esperanza Aguirre con la voz quebrada por el llanto al ser preguntada por los últimos casos de corrupción en el PP y me he sentido indignado.
¿Por qué llora esa señora que, a pesar de tener procesados o imputados a una buena parte de sus principales colaboradores, todavía no ha tenido la decencia de asumir, al menos, su responsabilidad política e irse a su casa?
¿Por qué llora? Cualquier directivo de una empresa que hubiera elegido tan rematadamente mal a sus colaboradores hace tiempo que habría sido cesado de manera fulminante. Aunque sólo fuera por eso, hace tiempo que debería estar fuera de la política.
Pero no es eso lo que me produce indignación. Realmente el presente y futuro de esa señora me preocupa menos que nada. Lo que me produce una tremenda indignación es ver cómo esos personajes, cuyas tropelías salen a la luz, se han llevado nuestro dinero y han arruinado a las empresas que deberían haber administrado con prudencia y dedicación. Empresas a las que luego critican por su ineficacia porque, a lo que se ve, lo público sólo sirve para que ellos se lucren sin ningún rubor ni respeto por la ley.
Me indigno ante las lágrimas estériles de Esperanza Aguirre porque me he pasado la vida enseñando a mis hijos el valor del esfuerzo, de la importancia de luchar honradamente por un futuro personal y profesional en el que nadie tenga nada que reprocharles.
Me indigno porque resulta muy triste escuchar a mi padre justificar su voto al PP elección tras elección con un “son todos iguales”. No se terminó la dictadura para eso. No se estableció un régimen de democracia parlamentaria para que una buena parte de la población termine pensando que los que deberían ser servidores públicos ejemplares son en realidad unos chorizos de los que no te puedes fiar y que da igual unos que otros porque ninguno es de fiar.
Es demoledor ese pensamiento porque lleva inoculado el virus que puede terminar con la democracia. Y ya sabemos que viene después de la democracia. Todavía viven en España y en Europa personas que sufrieron en sus vidas vivir en países sin democracia. Hay millones de ciudadanos en el mundo que sufren todos los días la desgracia de vivir bajo regímenes no democráticos.
Me indignan las lágrimas vacuas de Esperanza Aguierre porque yo, mi esposa y millones de ciudadanos en este país trabajamos cada día de la mejor manera que podemos, sabemos y nos dejan, para sacar a nuestras familias adelante, para estudiar a nuestros hijos, tener un presente digno y un futuro no demasiado incierto. No nos preocupan muchas cosas más, pero tampoco nada menos, porque lo que nos mueve y alienta es construir un futuro para nosotros y nuestros hijos. Y sin embargo, vemos cómo unos sinvergüenzas que no tienen escrúpulos ni medida se llevan nuestro dinero, esquilman la riqueza de este país, al tiempo que nos dicen que debemos sacrificarnos porque, al parecer, hemos vivido por encima de nuestras posibilidades.
Me indignan las lágrimas de Esperanza Aguirre porque con esas lágrimas parece querer robarnos hasta la posibilidad de que nosotros podamos llorar dignamente por el mal que nos están haciendo, por el futuro que nos están robando. Porque la indignidad de sus lágrimas hurtan de algún modo la dignidad de las nuestras.
Me indignan las lágrimas de Esperanza Aguirre porque no puedo creer que no haya en el PP media doce de personas justas que puedan liderar a otros como ellos que pongan fin a tanta infamia y entren en las sedes de su partido poseídos por la santa indignación y expulsen a latigazos, no a los mercaderes, sino a los ladrones, y limpien al partido y nos libren a todos de tanto delincuente y de tanta ignominia.
No nos merecemos esto los españoles. Ninguno. Votemos al partido que votemos, no merecemos este estomagante espectáculo.
Si queda alguien digno en el PP, le ruego que actúe ya, porque hasta el tiempo de “la mayoría somos honrados” se está acabando. No se puede convivir indefinidamente con los delincuentes y pretender no ser, al menos, encubridor.