domingo, 21 de febrero de 2010

El dedo de Aznar

Aznar llegó a la Universidad de Oviedo y se encontró con algunos estudiantes profundamente democráticos y pacifistas a los que su amor por la libertad, la democracia, la paz y el respeto a los demás les desbordaba y les hacía aparecer como exaltados, vociferantes y agresivos. Nada más lejos de la verdad, la vicepresidenta De la Vega ha sabido entender la actitud de los estudiantes: se limitaban a expresar sus ideas, algo que en nuestra democracia es respetable, dice ella, y encomiable, añado yo. (No me gustaría a mí ver a la vicepresidenta manifestando sus discrepancias de una manera violenta,  si le parece normal la forma de expresarlas de los descerebrados de Oviedo).
Aznar, por su parte, alejado de cualquier extremismo, no extendió la mano en el clásico gesto fascista, ni cerró el puño al modo marxista, no, hizo un gesto a medias, que quería ser síntesis, compendio y encuentro de ambos extremos, dejando unos dedos semicerrados y el dedo corazón enhiesto; saludaba así a sus pacifistas y pacíficos admiradores al tiempo que en su rostro se dibujada una seráfica sonrisa.
El admirable comportamiento de Aznar no nos coge de sorpresa porque nos tiene acostumbrados a sus proverbiales humildad, discreción y elegancia que marcan sus apariciones públicas.
Hechos como el ocurrido en la Universidad de Oviedo nos reconcilian con nuestra democracia y la sociedad que la disfruta. El respeto a los demás, sobre todo a los que piensan de modo diferente es la esencia de nuestro sistema de libertades y aplicado en el espacio universitario donde se aúnan libertad y conocimiento resulta definitivamente modélico.
Pero nuestra sociedad, nuestro sistema democrático y sus más ilustres representantes, los políticos, no quisieron dejar pasar esta feliz oportunidad de ser ejemplo y modelo para nosotros, los comunes ciudadanos que les seguimos admirados, porque nos marcan la senda, el camino que debemos seguir en nuestras vidas para llegar a ser ejemplares como ellos.
Especial mención merecen las declaraciones de los representantes de la izquierda que, por ser Aznar de ideología contraria, revisten una mayor relevancia y ejemplaridad. Estas personas han sabido comprender con exactitud el alcance real de estos hechos. Era innecesario, por sabido y compartido, reiterar el respeto que merece un ex-presidente del gobierno o cualquier persona que vaya a dar una conferencia en una Universidad o en cualquier otro lugar, pero aún así, quisieron dejar constancia de ello una vez más. Los políticos, como ya es habitual, han sabido mantenerse alejados del sectarismo o de sus prejuicios (si los tuvieren) y una vez más han sabido estar a la altura de las circunstancias, dando la medida que ellos tan exigentemente se han marcado.
Alabar la pasión desatada de los demócratas pacifistas que, como es habitual en sus manifestaciones, siempre muestran el respeto más escrupuloso hacia aquellos que quizás no tienen su misma sensibilidad, era un ejercicio obligado porque justo es destacar el ejemplar comportamiento de estos jóvenes que nutren las filas de las ramas jóvenes de nuestro partidos, algunos de los cuales, con el correr de los años, terminarán por ser los nuevos Aznar, Zapatero, Rajoy, De la Vega...
Pero no nos puede extrañar este exquisito respeto por los demás, porque aunque jóvenes acumulan ya una gran experiencia de dolor y sufrimiento, porque su presencia indesmayable en los funerales por los soldados españoles muertos en la guerra de Afganistán les ha ido forjando con el dolor de los familiares de los fallecidos. Dura misión que se han impuesto a sí mismos todos estos jóvenes y otros menos jóvenes en su protesta contra la guerra y en solidaridad con sus víctimas, muchas de ellas llegadas de América en busca de un destino mejor que, paradójicamente, les llevó a morir en un desierto lejano y en una guerra ajena.
En fin, resalto de nuevo, que ha sido un placer contemplar a estos jóvenes estudiantes que, una vez más, nos han dado ejemplo de respeto y, sobre todo, de cómo el pacifismo nos muestra un modo diferente de hacer las cosas. No debemos temer por el futuro, en estos jóvenes hay madera para forjar nuevos líderes dignos de sus actuales modelos.


martes, 16 de febrero de 2010

Zapatero y el PP sacrifican el futuro de España (II)

Cuando Leire Pajín dice que el PP no arrima el hombro para salir de la crisis y que sólo espera que se sigan produciendo más datos negativos para ver cómo se desgata el gobierno y sacar votos, o cuando Mª Dolores de Cospedal dice que Zapatero debe aceptar las propuestas del PP o dejar paso a otros porque España necesita un cambio de gobierno, ambas hablan pensando únicamente en los votos que pueden ganar o perder. No anteponen el bien de España y de los españoles a sus cálculos electorales. Si piensan que ése es el camino para llegar a un acuerdo con el adversario con el fin de trabajar unidos por un bien común es que son unas majaderas o, sencillamente, porque no hablan de buena fe y no están buscando el acuerdo, sino en mantener el desacuerdo pretendiendo tener toda la razón.
El caso es que para pactar es necesario ceder por ambas partes, no se puede alcanzar un pacto si una de las partes acepta todos los presupuestos de la otra y renuncia por completo a los suyos. Eso sería una claudicación y ése es el drama de la actual política española, que a ninguno de los dos grandes partidos les preocupa otra cosa que destruir al otro. No se trata de ganar las elecciones para aplicar el programa que se cree mejor para el progreso del país, el fin primordial es conseguir infligir el mayor daño posible al otro y destruir sus posibilidades de volver  gobernar en el futuro.
La economía española está en una situación muy grave y necesita generosidad y esfuerzo por parte de todos para tomar las medidas necesarias, pero el PP se dedica a convencer a sus posibles votantes de que ellos harían lo correcto y de que el PSOE no sabe gobernar y debe dejarles el paso a ellos; y el PSOE repite incansable que hacen lo que deben hacer y que el PP no sólo no ayuda, sino que se alegra de la mala situación.
Tanto el PP como el PSOE tienen motivos para desconfiar el uno del otro y aunque podríamos hacer un balance de quien tiene más motivos para sentirse ofendido o engañado, no sirve de nada porque los agravios, finalmente, tienen la importancia que cada uno le quiera dar, pero, sobre todo, porque es un ejercicio perfectamente inútil y estéril.
En el fondo, la política española es escasamente democrática, los políticos no piensan que su programa es el mejor pero que sólo es una opción frente a otras posibles y respetables. Los políticos españoles han derivado hasta considerar que los adversarios son enemigos y que no es que estén equivocados, sino que son malvados y buscan beneficiar sólo a una parte de la sociedad a costa de la otra. Por eso a menudo, por no decir siempre, no se atacan las ideas o las propuestas de los otros, sino que se ataca directamente a las personas y se busca presentarlas ante los ciudadanos como malas personas con intereses espurios.
El envilecimiento de la política española en los últimos años la ha convertido en un espectáculo nada edificante pero que se sobrellevaba con dificultad con una economía en expansión, porque los ciudadanos vivían bastante ajenos a ella, pero cuando llegan las vacas flacas y las personas vuelven su vista hacia los políticos en busca de soluciones se encuentran con que su encanallamiento les impide estar a la altura de las circunstancias.




domingo, 14 de febrero de 2010

Zapatero y el PP sacrifican el futuro de España

España saldrá de la crisis tarde y muy lentamente, a remolque de las demás economías europeas. La razón es clara. Nuestra clase política está entregada desde hace años al cálculo electoral y no tomará ninguna medida, ni ninguna posición que crea que les va a restar votos o que le impedirá sumarlos.
El gobierno empezó negando la crisis, después, cuando ya no podía seguir haciéndolo, se limitó a decir que el origen de la misma estaba en EEUU y que la economía española resistiría mejor que ninguna. Ahora, cuando todo eso se ha demostrado falso, cuando estamos sumidos en lo más profundo de la crisis y nuestra economía se ha deteriorado con más rapidez que ninguna otra de nuestro entorno, y seguimos en recesión cuando otros países empiezan a dar síntomas de recuperación, nuestro presidente dice que no estamos peor que hace seis meses, lo que es una afirmación modesta para su contumaz propósito de seguir restando importancia a la crisis, pero que sigue siendo completamente falsa y una burla para los miles de personas que en esos seis meses han perdido su empleo y han visto empeorar sustancialmente su situación económica. Y para contrarrestar las malas noticias y las críticas a su política económica recurre a la teoría de la conspiración contra nuestro país, al más puro estilo de las dictaduras o de los gobiernos populistas, dirigiendo las iras de los ciudadanos hacia el enemigo exterior. En definitiva, su estrategia es aguantar como sea , evitar tomar medidas que puedan ser impopulares y restar votos y confiar en que la mejora de las economías de los demás países tire de la nuestra de manera que la leve mejoría que pueda experimentar, al final de la legislatura, se pueda presentar como un éxito de la política económica del gobierno.
La oposición, el PP, para ser más exactos, ya que es el partido que estaría llamado a ser alternativa, debería ofrecer al gobierno un pacto para favorecer la toma de las medidas que nos ayuden a salir de la crisis o, si cree que no es posible alcanzar ningún pacto con Zapatero, debería presentar una moción de censura que, aunque no tuviera los apoyos necesarios para ganarla, le permitiría presentar en el Congreso y al país su programa económico para salir de la crisis. Pero tampoco hace nada porque espera que la situación continúe deteriorándose hasta que o se hagan insoportable para el gobierno y le obligue a adelantar las elecciones o llegue al final de la legislatura completamente desgastado y sin ninguna posibilidad de ganar.
Las dos posiciones, del gobierno y la oposición, suponen un perjuicio para el país cuya dimensión es difícil de predecir en estos momentos, pero que, descartando las previsiones más pesimistas, como podría ser la quiebra de nuestra economía, supondrá un atraso de varios decenios en nuestro desarrollo y un importante deterioro de lo que llamamos estado de bienestar, sobre todo en lo relativo a pensiones y sanidad.
Las medidas que se deben tomar son impopulares, pero inaplazables y con pocas alternativas si se quiere mantener la protección social, el sistema público de pensiones y la sanidad pública. Una disminución del gasto mucho más allá de las medidas poco más que cosméticas adoptadas hasta ahora y un aumento de los ingresos que permita disminuir el déficit.
¿Cómo? La disminución del gasto es claro por dónde debe atacarse: menos funcionarios, reducción de la administración, sobre todo de las autonomías, que se han convertido en gastadores voraces, recuperación de competencias para la administración central, para poder aplicar las medidas de ahorro y para conseguir sinergias y economías de escala en las compras y dotaciones. Y, como no, repasar, detalladamente todos los capítulos de subvenciones y gastos de los que se puede y debe prescindir o disminuir sensiblemente. Y por último, eliminar todos los privilegios que se han ido consolidando en estos años de democracia y que no nos podemos permitir.
El aumento de ingresos no puede venir de otro lado que del aumento de la recaudación fiscal, que no sólo debe suponer la subida de impuestos, que también, sino que debe provenir de una lucha decidida contra el fraude fiscal y la economía sumergida, por un lado y, por otro, en el establecimiento de unas escalas que penalicen decididamente los ingresos atípicos de los altos directivos vía planes de pensiones, stocks options, bonos por beneficios, indemnizaciones por cese o dotaciones para la jubilación. Todas éstas medidas tendrían un efecto higiénico, por un lado, y ejemplificador ante la sociedad. A nadie debería escandalizar que se penalice con un impuesto del, por ejemplo, 75% los ingresos de un directivo al que se le abonan varias decenas de millones de Euros por cese o porque el Consejo de la empresa se ha asegurado una jubilación dorada para sus miembros.
Muchas de estas medidas tendrán que adoptarse igualmente, pero al no hacerlas a tiempo tendrán que ser más drásticas y serán menos eficaces.
Los ciudadanos podríamos hacer algo cuando nos llamen a las urnas dando un castigo ejemplar a los dos partidos mayoritarios votando a otras fuerzas políticas, pero en una sociedad políticamente atrasada o inmadura en la que un gran porcentaje de votantes vota por ideología, sin valorar las actuaciones de los partidos, esa situación es inimaginable.

lunes, 1 de febrero de 2010

Nuestros muertos

Cuando eramos rojos criticábamos a USA porque nutría sus ejércitos con negros e hispanos. Iban al ejército y a la guerra porque eran pobres. Morían cambatiendo porque eran pobres.
El ejército español lleva años nutriéndose de emigrantes hispanoamericanos y vemos un, cada vez menos pequeño, goteo de muertos en nuestras "misiones de paz" y comprobamos que muchos de ellos vinieron de América.
Son hispanos, son pobres y también mueren; entonces ¿por qué ya  no criticamos?