jueves, 11 de junio de 2009

Explotadores y explotados: la vida sigue igual

España siglo XXI. El presidente del gobierno viaja en Falcon. El líder de la oposición, los ministros, los presidentes de comunidades autónomas y los consejeros disfrutan de coches oficiales de gran lujo. Todos tienen VISAs Oro que utilizan con mayor o menor discreción. Cargos públicos y semipúblicos disfrutan de unas condiciones laborales de privilegio. Un presidente de un club de fútbol gasta en dos fichajes más de 30.000 millones de pesetas (hay que ponerlo en pesetas para ver el alcance real del despropósito, y todavía hay personas que creen que los recuperará vendiendo camisetas). Los parados crecen, el trabajo escasea y los explotadores siguen donde siempre: abusando del débil, del necesitado. El último caso que ha saltado a la prensa es el de un desalmado que explotaba sin escrúpulos a un inmigrante al que intentó despojar de su dignidad sometiéndolo a unas condiciones de trabajo miserables, abandonó a su suerte cuando sufrió un accidente de trabajo y arrojó el brazo amputado a un contenedor de basura igual que hubiera arrojado el cuerpo del desdichado inmigrante si hubiera tenido el buen gusto de morirse en lugar de perder un brazo y complicarle la vida.

En fin, estamos en el siglo XXI y el pobre es explotado por personas sin conciencia como en el siglo I o en el XXI antes de Cristo. El equilibrio permanece, el explotador ha quedado en libertad (con cargos, faltaría más) y el explotado ha quedado sin brazo. Afortunadamente éste podrá seguir viviendo sin un brazo y consigo mismo el resto de su vida. En cambio, el primero deberá vivir con su conciencia el resto de su vida, que Dios quiera que sea muy larga, cuidando cada segundo del resto de su vida de no ser devorado por la alimaña que se esconde bajo su apariencia humana.

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