domingo, 28 de abril de 2013

Alemania y España: mejor el divorcio


Esta semana han publicado una encuesta en la que se reflejaba la (mala) opinión que se tiene de nosotros en Alemania.
Aunque esta visión es muy parecida a la que nosotros tenemos aquí, aunque, por el mejor conocimiento de la cercanía, nosotros segmentaríamos algo más y sólo incluiríamos de manera tan generalizada a políticos y algunos sectores empresariales y laborales, lo cierto es que nuestros corazoncitos han sufrido bastante. Y es que a nadie le gusta que le saquen al aire las vergüenzas, máxime cuando de manera tan alegre se habla de los españoles, es decir, de 47.000.000 de personas, altas, bajas, rubias, morenas, hombres, mujeres, niños y soldados sin graduación. Unos trabajadores y otro vagos, unos limpios y otros sucios, unos bien formados y otros analfabetos o poco menos. Y, por supuesto, todas las escalas intermedias que caben en un colectivo tan numeroso.
Yo también me cabreé un poco cuando oí la noticia, lo reconozco, pero luego me dije que no teníamos mucho derecho a enfadarnos con los alemanes. Son más de 81.000.000 de personas y, la verdad, yo no tengo el cuerpo para tanto enfado, pero es que, reconozcámoslo, algunos son unos tipos de 1,90 metros y más de 100 kilos en canal con los que si estás enfadado es mejor no dárselo a entender si no estás seguro de que correrás más rápido
Pero sobre todo, nosotros no tenemos mejor opinión de ellos. Por otras razones, cierto, pero no menores.
Este hacendoso pueblo organizó en el pasado siglo XX dos guerras que, por su extensión, se llamaron mundiales. En la segunda hubo, según algunos estudios, más de 55.000.000 millones de muertos, más de la mitad de ellos civiles. Organizaron el exterminio sistemático de judíos, gitanos, homosexuales, etc. y todo ello bajo la bandera de la supremacía de la raza aria.
Ya sé que no hay que ser rencoroso y que en esos años en España gobernaba un tipo que simpatizaba mucho con su gobierno, pero, ya que hablamos de defectos, estos no están nada mal.
Pero, bueno, ¡pelillos a la mar! Eso ya ha pasado hace 68 años, lo que para la historia viene a ser ayer por la tarde, pero no se lo vamos a tener en cuenta. Además, hay que reconocerles que han sabido aprender de sus errores y han actualizado la idea de que la guerra es la política por otros medios poniendo en práctica la actual de la economía es la guerra por otros medios.
El que sean unos cabezas cuadradas o beban cerveza como si no hubiera mañana son otros detalles que nos hacen torcer la nariz o tapárnosla directamente si asistimos a esos festivales de cerveza en los que tienen acondicionadas las mesas para miccionar allí mismo sin necesidad de levantarse para ir al baño y tener que dejar de beber durante unos minutos.
Fueron los alemanes los que nos enseñaron la palabra convoluto, que no está en nuestro diccionario de la RAE, pero que sirvió para engrasar con comisiones la compra de las locomotoras de Siemens para el AVE a Sevilla. Es decir, que nosotros no inventamos la corrupción, aunque tengamos alumnos aventajados. Claro que no lucen igual Guido Brunner, embajador de Alemania en España en aquellos años, y Julián Muñoz, pongo por caso.
Para qué seguir. No son de fiar. Ésta es la tercera vez que que la arman en los últimos cien años, aunque es de agradecer que, en esta ocasión, hayan planeado matarnos de hambre en lugar de a cañonazos.
Ellos no nos aprecian y nosotros tampoco a ellos, entonces, ¿no habrá llegado el momento de que sigamos cada uno por nuestro lado? Como en la parejas mal avenidas, los que más sufrimos somos los niños, así que para qué continuar con una convivencia tan difícil.
Y que no se preocupen, les dejaremos que sigan veraneando en Mallorca con sus camisas imposibles, sus sandalias con calcetines y sus camisetas de tirantes que parece que hubiera una convención mundial de camioneros.
Les seguiremos atendiendo en los hoteles a pesar de que los ascensores sufren los efectos del exceso de peso y no haya manera de compartir uno sin que se enciendan todas las alarmas.
Nosotros pagaremos nuestras deudas, que somos pobres pero honrados, aunque eso sí, los bancos alemanes, tan imprudentes ellos prestando inmensas cantidades de dinero a los bancos de los sucios países del sur tendrán que tener un poco de paciencia, porque después de que los que cuidan de sus intereses nos hayan partido las piernas y destrozado la tienda para que supiéramos quién mandaba en Europa, tardaremos un poco en hacerlo.
Y ni siquiera pediremos un trato tan ventajoso como el que los aliados dieron a Alemania para pagar las deudas una vez terminada la II Guerra Mundial. No pediremos quitas del orden del 65% como les concedieron a ellos para que pudieran recuperarse rápidamente de los efectos de la guerra que ellos habían iniciado.
Somos pobres, atrasados y sucios, pero también desprendidos y generosos.
Y cuando nos recuperemos y tengamos dinero volveremos a comprar mercedes, audis y bemeuves, que no tiene nada que ver una cosa con la otra.
Eso sí, siempre que su afición por destrozar el continente no haya conseguido devolvernos a la edad media.

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