domingo, 27 de julio de 2008

A vueltas con nuestro estado ¿de derecho?

Ha pasado con más pena que gloria la sentencia del tribunal de Estrasburgo que dice que el ex-juez Gómez de Liaño no tuvo un juicio justo. Sin embargo a mí me parece gravísimo lo que dice esta sentencia y si la vemos como un hecho no aislado del conjunto, sino unida a otros casos de la justicia española que han sido piedra de escándalo, entonces la situación adquiere tintes dramáticos, porque el tan cacareado estado de derecho parece dejar mucho que desear, resulta bastante arbitrario y vuelve a poner de actualidad la famosa maldición gitana "juicios tengas y los ganes". Un juez que fue juzgado por prevaricación, que solicitó la recusación de los jueces que le juzgaban, lo cual no fue atendido ni por el Tribunal Supremo, ni por el Constitucional y que, por fin, el tribunal de Estrasburgo dice que al menos dos de esos jueces no deberían haber juzgado el caso por haber intervenido en distintas fases de la instrucción, deja a nuestra estado de derecho a la altura de cualquier república bananera en la que sólo se respeta la ley en apariencia y la justicia tiene como fin preservar a los poderosos y no actuar de manera independiente. Hace pocos meses vimos cómo el Tribunal Constitucional modificaba el criterio de la prescripción para anular la sentencia de dos poderosos hombres de ¿negocios? con mucha influencia y amistades en lo más alto de las instituciones. Sentencia del Constitucional que fue doblemente escandalosa porque, no sólo modificó el criterio de la prescripción, sino que se metió en un ámbito que no le corresponde. Y cada poco tiempo en este estado nuestro tan democrático y avanzado la justicia, que es la última garante de nuestros derechos y sin cuyo funcionamiento independiente y correcto nadie puede considerarse seguro ni a salvo de la arbitrariedad de los poderes, ni de los poderosos, nos va salpicando con unas decisiones que nos hacen temer lo peor sobre la salud de nuestra democracia. Nuestra sociedad adolescente prefiere mirar para otro lado porque cree que esos asuntos no le incumben porque son cosas de los políticos y de los poderosos y, como ellos no son ninguna de esas cosas, creen estar al margen y salvo de esas arbitrariedades; cuando, en realidad, la reflexión es que si en esos casos tan sonoros y que con seguridad saldarán a la luz pública actúan de esa manera, qué no harán en los casos de personas desconocidas cuyos asuntos nunca tendrán la atención de los medios de comunicación. ¿Madurará algún día esta sociedad y exigirá a sus gobernantes e instituciones que cumplan con la legalidad vigente, respeten la independencia de los poderes y garanticen de verdad el funcionamiento del estado de derecho? Estoy seguro de que así será, lo que no sé es cuántos años han de pasar para que eso ocurra.

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