sábado, 11 de octubre de 2014

Información tóxica

Cada vez que en España se produce alguna situación de especial importancia e impacto, ya sea un atentado terrorista, el naufragio de un petrolero o la actual crisis del ébola, los medios de comunicación se lanzan sin control ni medida a, lo que ellos llaman, el seguimiento informativo del acontecimiento.
En estas ocasiones se repite el lamentable espectáculo de comprobar cómo son incapaces de superar su habitual politización y sectarismo. Es más, estos defectos se acentúan espoleados, sin duda, por la ocasión de golpear duramente a los políticos de la cuadra adversaria y por la oportunidad de mejorar con un aumento de las ventas la maltrecha cuenta de resultados o mejorar los índices de audiencia para poder captar más publicidad y cobrar por ella un mayor precio.
El resultado de todo ello es una sobreinformación sin control que termina por convertirse en tóxica.
Los medios de comunicación, la prensa, se ganó la consideración de cuarto poder porque, al margen del judicial, el legislativo y el ejecutivo, tenían la función fundamental en una sociedad libre y democrática de controlar a estos poderes mediante la publicación de la verdad, de poner luz sobre los asuntos públicos, de evitar que la opacidad, la oscuridad o el secretismo permitieran a los que detentaban los otros tres poderes actuar impunemente de espaldas a los intereses de los ciudadanos a los que deben servir.
La prensa, en definitiva, tenía la misión de comunicar a los ciudadanos lo que sucedía con los asuntos públicos para que, correctamente informados, pudieran ejercer con conocimiento de causa la elección de sus representantes.
Pero hace tiempo que los medios de comunicación han abandonado esta función fundamental y se han dedicada a servir a sus propios intereses empresariales siendo complacientes con los partidos que los favorecen con las concesiones de licencias de radio y televisión y con la muy sustanciosa publicidad institucional y de partido. Esta situación también lleva aparejada la otra cara de la moneda: el ataque furibundo al adversario, la amplificación sin piedad de la paja en su ojo y el olvido, el disimulo o, sencillamente, el silencio sobre la viga en el ojo del “amigo”.
La primera víctima de esta situación es la verdad o, mejor dicho, la veracidad. Tiene más importancia buscar la manera de desacreditar al adversario o de tratar de exculpar al aliado que contar los hechos de manera imparcial. El resultado es un cúmulo de información poco o nada contrastada, dar la misma repercusión a las declaraciones de un experto que a la de cualquier persona anónima cuyo único mérito es ser vecino de la zona, trabajador de una empresa relacionada con el lugar donde han tenido lugar los hechos, etc.
A todo ello se unen las tertulias que llenan horas de programación de radio y televisión en las que periodistas o personajes más o menos importantes sin otra relación con los medios de comunicación que ser tertulianos habituales y que lo mismo opinan de la crisis de juego de la selección española de fútbol que de lo acertado de los elementos de seguridad de un tren AVE o de la posible emergencia sanitaria por contagio de ébola.
El resultado de todo ello es que resulta imposible tener una información cierta sobre los hechos.
Es evidente que la prensa tiene sus ideología y que puede interpretar los acontecimientos en función de la misma, pero debe hacerlo por medio de los editoriales o de los artículos de opinión. Pero no debe hacerlo desde la manipulación de la información, el sectarismo o el sesgo informativo.
El caer en todos estos defectos ha traído como consecuencia la pérdida de toda credibilidad ante las personas que desean tener una información veraz e imparcial y, por consiguiente, una crisis empresarial de gran calado.
Los grandes medios, sobre todo los escritos, achacan la culpa de la crisis que padecen a la crisis económica y a internet, y no quieren reconocer que la causa principal es que su sectarismo y su sesgo ideológico han contaminado de tal forma su manera de presentar la información que los lectores que buscan información seria y de calidad les han abandonado, ya que no solo no la encuentran, sino que sienten que intentan manipularles. Esto ha traído consigo la caída de las ventas y con ésta la pérdida de publicidad.
Ahora mismo hay más ideología y sectarismo en los consejos de redacción de los medios de comunicación que en las ejecutivas de los partidos políticos. ¡Así les va!

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