lunes, 2 de septiembre de 2013

Y ahora, la reforma de las pensiones

Los periódicos y los informativos de radio y televisión nos anuncian que los líderes políticos han vuelto a sus quehaceres diarios tras el paréntesis vacacional. Así, con estas fórmulas estereotipadas que se repiten en todas las noticias año tras año llegadas estas fechas.
El diario El Comercio, de Gijón, nos cuenta el regreso de la ministra Fátima Báñez dispuesta, al parecer, a afrontar la reforma de las pensiones e ilustra la noticia con una imagen suya caminando con una cartera en su mano derecha. El sentimiento que me produce esa imagen es miedo. Podría ser menos contundente y hablar de preocupación, recelo, desconfianza... pero no sería exacto, la palabra que mejor lo define es, como decía, miedo.
Veo la sonrisa de la ministra, aparentemente satisfecha con su labor, y me viene a la cabeza la imagen de un mono con un saco lleno de bombas.
Nuestras pensiones son demasiado serias como para dejarlas en manos de los políticos (ahora del PP, pero igual daría que fueran del PSOE).
En una situación en la que el mayor problema de nuestra economía es el paro y en la que el mayor problema de nuestras pensiones es el paro, por la disminución dramática de cotizantes, a nuestros gobernantes no se les ocurre otra cosa que disminuir la pensión que percibirán los futuros jubilados aplicando un coeficiente de sostenibilidad que, según ellos, trata de compensar el incremento de la esperanza de vida.
La excusa, como no, es que se trata de una exigencia de la UE. ¿Por qué no me sorprende? Será porque ya me conozco el truco que emplean siempre nuestros sagaces gobernantes con la complicidad del cuarto poder (por favor, ríanse discretamente que hay niños cerca y no conviene que se desilusionen a tan tierna edad). Siempre que se trata de adoptar alguna medida desagradable les filtran (del verbo pedir a los periodistas amigos) la noticia de que la UE exige a España la medida que sea por peregrina que resulte. A continuación, las tertulias de radio y televisión se ocupan durante unos días de comentar la noticia. Los periodistas de la cuadra del gobierno defienden la medida y los de la oposición la atacan y siempre con la misma ausencia de argumentos por parte de unos y otros. Con esto la supuesta exigencia de la UE ya está en la calle, es decir, en las máquinas de café de las oficinas, en las paradas de los autobuses y en las colas de la carnicería, donde se repiten, más o menos, las posturas de los tertulianos: los partidarios del gobierno la defienden y los de la oposición la atacan.
Al final, el resultado es el pretendido por nuestros gobernantes: que todos asumamos como inevitable la medida propuesta, la cual, normalmente, se adopta en unos términos más suaves de los previstos, lo cual permite al gobierno hablar de proporcionalidad, adaptación a la situación real del país y bla, bla, bla. Es decir, que no ha sido tan malo gracias a ellos. Y a la oposición le permite decir lo mismo, es decir, que gracias a ellos, el gobierno tuvo que dulcificar su planteamiento inicial..
El mensaje para la calle, y que repetirán partidarios, tertulianos y demás defensores de la libertad de expresión, es que tenemos una inmensa suerte de tener unos políticos que se desviven por nosotros.
Ahora, como decía, toca ajustar, o sea, reducir las pensiones, porque, claro, no se puede permitir que un jubilado viva dignamente y pueda viajar un par de veces al año a Benidorm. ¡Hasta ahí podíamos llegar!
Nuestros políticos y sus expertos se han olvidado de los recortes que sufrirán las pensiones de algunos millones de españoles que por obra y gracia de la crisis se han quedado en el paro en los años en que deberían estar cotizando para su pensión, por lo que ésta se verá reducida notablemente cuando llegue el momento de percibirla. Muchos, además, se verán obligados a jubilarse anticipadamente, puesto que no van a tener la posibilidad de trabajar hasta los sesenta y cinco o sesenta y siete años, por lo que su pensión se verá reducida en un porcentaje muy importante.
El empobrecimiento de las clases medias españolas actual y en el que se sigue abundando para el futuro sólo es comparable con el envilecimiento moral de nuestros políticos, los cuales viven enfangados en unas organizaciones carentes de una mínima democracia interna e inundados por innumerables casos de corrupción que han detraído miles de millones de euros de nuestros impuestos para su propio beneficio.

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