martes, 19 de julio de 2011

Las declaraciones de Rosell

La patronal española, en los últimos años, nos regala unos personajes realmente simpáticos y curiosos. El predecesor del actual nos daba las recetas para sacar adelante la economía del país mientras, pobre, sus empresas quebraban. No me extraña, pues dedicaba todo su tiempo a los demás y, claro, tenía abandonados sus negocios.
El actual parecía, al principio, un hombre serio y, la verdad, yo estaba un poco decepcionado, pero, ni hablar, el hombre también es la mar de simpático y tiene recetas para todo. Es una pena que no decida incorporarse a la política, desde donde podría resolver los problemas más diversos. De las empresas españolas no dice nada, ni da ninguna receta, pero no se lo podemos reprochar: no se puede saber de todo.
Hace unas semanas, el bueno de Rosell dijo que los empresarios españoles tienen pánico a contratar. Tiene que ser tremendo ser empresario y tener pánico a contratar, debe de ser como ser piloto de aviación y tener miedo a volar. ¿Por qué tienen miedo a contratar? No lo ha dicho. Yo estuve mirando las hemerotecas a ver si es que los empresarios españoles sufrían accidentes mortales en ese cometido, o lesiones invalidantes que les impidieses continuar con su altruista labor empresarial, pero no he visto nada de eso. Curiosamente, ya se sabe que siempre se encuentra lo que no se busca, sí vi estadísticas que hablan de la elevada tasa de siniestralidad laboral en nuestro país, mucho más elevada que en los países de nuestro entorno. Los periódicos no dicen nada de que los trabajadores españoles tengan pánico a trabajar en las empresas españolas, aunque, vistas las cifras, creo que estaría más que justificado.
Pero, como el espectáculo debe continuar, el Sr. Rosell ha salido ahora con que es necesario terminar con los funcionarios prepotentes. Amén. Y con aquellos que no cumplen con sus obligaciones. Amén. Y que eso de irse al paro porque sí, nasti de plasti. Amén, amén y amén.
Supongo que habrá dejado para próximos capítulos la desaparición del empresario defraudador, del que hace contratos de media jornada a trabajadores a los que exige trabajar jornada y media. Supongo que tendrá su látigo dispuesto para los empresarios que no invierten en investigación o que cogen las subvenciones para formación, pero que no forman a sus trabajadores, o para los que pagan mordidas, comisiones y convolutos para obtener contratos con la administración. O para los que sacan hasta el último céntimo de su empresa y la estrujan como un limón sin preocuparse de modernizar los procesos productivos y en cuanto viene el lobo y sopla un poco la empresa se va al garete.
Pobre Rosell, tiene tanto trabajo dentro de su casa que no me extraña que esté siempre trabajando en la de los demás; seguramente están mucho más limpias y por eso le dan mucho menos qué hacer.

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