domingo, 4 de julio de 2010

Otra vez el contubernio

Ahora resulta que nos tenían ganas. Sí, damas y caballeros, de nuevo el contubernio judeo-masónico y la Europa que nos envidia y por eso desea nuestra ruina.

No lo dicen así, porque ya peinan canas o no peinan ya casi nada, pero todos se acuerdan del pequeño dictador de voz aflautada asegurándonos desde el balcón del Palacio de Oriente que estábamos en el mejor de los países posibles, que eramos la reserva espiritual de occidente y que nuestros vecinos y, por tanto, enemigos, estaban verdes de envidia y nos la tenían jurada.

Pues sí, señoras y señores, treinta y cinco años después, una transición democrática en liquidación por derribo, mediante, y un estado democrático social y de derecho, que nuestros políticos defienden con un ardor sólo superado por sus ataques al mismo, en plena efervescencia, resulta que nos tenían ganas, que el dictador tenía razón y que quieren hundirnos.

No importa que hayamos basado nuestro crecimiento económico en la construcción desmesurada e insostenible de viviendas, que emplea mano de obra intensiva y poco cualificada y que, en cuanto la economía se enfría un poco, arroja miles de trabajadores al paro. No importa que nuestra “primera industria” sea el turismo, que emplea mano de obra intensiva y poco cualificada y que en cuanto la economía mundial estornuda pilla una pulmonía, y deja sin trabajo a miles de trabajadores.

Nada de eso importa, lo que importa es buscar al enemigo y las causas fuera para salvar de la quema a un presidente del gobierno que derrochó en los tiempos de bonanza, que no supo tomar mediadas para lo que se nos venía encima, que cuando llegó la crisis la negó con el mismo convencimiento que un niño pequeño se tapa los ojos seguro de que así no pueden verlo y que, cuando ya no pudo seguir disimulando y negando la evidencia, decidió darnos un puñado de aspirinas para combatir el cáncer y confiar en que los demás países supieran salir de la crisis e izarnos con ellos de nuevo a la superficie.

Nada de eso. No se rompan la cabeza. Que los analistas y los expertos se ahorren sus diagnósticos y sus fórmulas para salir de la crisis. Nos tenían ganas y quieren hundirnos.

¡Qué cosas! ¡No podemos con ellos!

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