jueves, 4 de diciembre de 2008

Otra vez ETA

Otra vez. Otra persona más asesinada.

Para su familia y amigos no será otra vez, ni una más. Será “la vez” y “la persona”: esposo, padre, tío, amigo.

A los que, como yo, lo vemos de lejos, no nos duele como a ellos. No podemos sentir, por mucho que queramos, lo que puedan sentir ellos.

Yo no soy capaz de entender qué puede sentir por dentro una persona que acaba de perder a su amigo o a su compañero de partida de cada día y continúa con su rutina como si nada.
Esa es la cuestión, “como si nada”. No es que no haya ocurrido nada, sino que
él continúa como si nada hubiera ocurrido.
Estoy seguro de que los daños que ese comportamiento, necesariamente fingido, quizás producto del miedo, produce en lo más hondo de la persona, hiere su alma gravemente.
Los que leemos la noticia como una desgracia más de las tantas que nos cuenta el periódico cada día, no podemos comprender qué puede sentir un habitante de esa localidad que sabe que
entre sus vecinos, quizás uno de su escalera, está el que ha facilitado fotografías, hábitos y todos los datos necesarios para los que debían cometer el asesinato.
No podemos entender que el lugar más representativo de la localidad esté ocupado por una persona que permanece impasible ante la muerte violenta de un convecino. Pero podemos entender menos que haya podido tener votos suficientes, primero, para salir elegido concejal y luego para ser votado como alcalde.
¿Quién pude entender que en el siglo XXI se mate a una persona porque su empresa está construyendo una vía férrea?
¿Cómo es posible que alguien acabe con la vida de una persona porque piensa distinto?
¿Cómo puede ser que después de cuarenta años de terrorismo aún veamos cómo algunos muestran su estupor porque la víctima era “de aquí de toda la vida”?
Los que estamos lejos no podemos entenderlo.
Pero, ¿cómo es posible que lo entiendan, justifiquen y apoyen tantos que están tan cerca?
Mientras tanto, en la capital del reino, en una universidad, un grupo de alumnos llamaba fascista a un exministro. Por supuesto, no tuvieron un instante para condenar el asesinato de un compatriota cuatrocientos kilómetros más al norte, supongo que estaban muy ocupados felicitándose por su gran hazaña de la mañana. Quizás les parece más cómodo gritar fascista y montar un numerito vestidos de naranja, sabiendo como saben con toda seguridad que no les va a suponer ni el más mínimo inconveniente, que salir dando la cara para afear la conducta de una banda de asesinos. Son capaces de compadecer a los presos de Guantánamo, pero incapaces de conmoverse con el sufrimiento y la muerte de un compatriota. ¡Qué extraña sensibilidad la de algunos! Quizás piensen que los que matan a otras personas son demócratas de pata negra.

Lo malo de todo eso, es que todos esos estudiantes no actúan así de manera espontánea, sino que son los “cachorros” de organizaciones políticas, muchas de las cuales tienen representación parlamentaria y se presentan ante la sociedad como partidos democráticos sin tacha. Todas esas algaradas que se montan en las universidades para agredir a unos y escuchar respetuosos y embelesados a otros, están perfectamente organizadas y entran dentro de la actividad “política” habitual de grupos radicales extremistas y no tan extremistas, antisistema y no tan antisistema, que se dedican a alimentar a la bestia que seguramente un buen día intentará, una vez más, devorarnos a todos.

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