Siempre lucía una media sonrisa que aumentaba el aspecto afable de su rostro al que infundía tranquilidad y confianza. Parecía un hombre en el que se podía confiar.
Cuando expresaba alguna opinión especialmente dura de inmediato ampliaba su sonrisa, lo que desconcertaba a sus interlocutores. Por eso, cuando, finalmente, dictaba su cruel sentencia sus víctimas se encontraban por completo indefensas.
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