Cuando los políticos no tienen el menor sentido común y, además, carecen del mínimo conocimiento de la realidad que les rodea pueden adoptar medidas que provocarán los efectos contrarios de los que pretenden.
Esto es lo que ocurre con la reforma laboral: producirá más paro en lugar de empleo. Pero esto es algo que puede entender cualquier persona con un mínimo sentido común: ¿cómo se va a crear empleo facilitando y abaratando los despidos?
Pero no debe extrañarnos. Repasemos las biografías de las cuatro personas “fuertes” del actual gobierno (podríamos haber hecho lo mismo con los del gobierno anterior): Mariano Rajoy, Soraya Sáenz de Santamaría, Cristóbal Montoro y Luis de Guindos. Éste último es el que tiene algo parecido a una trayectoria en la empresa privada, el resto están ligados a la política desde siempre, salvo un breve paso por el funcionariado o la docencia.
¿Qué conocimientos pueden aportar sobre las necesidades de las empresas? ¿Qué experiencia o qué vivencias les pueden ilustrar a la hora de tomar decisiones sobre el mercado de trabajo?
Por eso, cuando Luis de Guindos habla en la última cumbre europea con uno de sus colegas sobre la reforma laboral que iba a aprobar el gobierno, no la califica de audaz, eficiente, dinamizadora, etc. La califica de extremadamente agresiva.
La pregunta que le podría haber hecho su colega si tuviera algún interés o algún conocimiento (es posible que careciera de ambas cosas) sería: ¿y...?
Apliquemos esa definición a otras reformas que necesita nuestro país.
Haremos una reforma financiera muy agresiva.
Haremos una reforma de la enseñanza profesional muy agresiva.
Haremos una reforma del modelo productivo muy agresiva.
Al final, el gobierno se ha limitado a oír los cantos de sirena de la patronal y de los empleadores autónomos que están anclados en una concepción de la empresa de mitad del siglo XX y unas relaciones laborales de finales del XIX. Unos empleadores que ven a sus empleados como una pesada carga en lugar de sus activos más importantes.
Y con esos cantos de sirena no han sido capaces de hacer ni una mínima previsión sobre la evolución del mercado de trabajo.
¿Algún empresario de este país haría una reforma de las condiciones laborales en su empresa sin hacer una previsión de su efecto en la evolución de su negocio?
Y que conste que hay otros empresarios, que piensan de otra manera. Que saben que el activo más importante de su empresa son sus trabajadores. Que tienen puesta su vista en el futuro, en desarrollar nuevos proyectos y en abrir nuevos caminos, para lo que necesitan trabajadores motivados, bien formados y bien pagados, que se sientan parte de la empresa y que los ven como aliados indispensables en lugar de enemigos irreconciliables.
Si el gobierno hubiera hablado con éstos y les hubiera preguntado por sus necesidades, la reforma laboral habría sido radicalmente diferente a la aprobada, pero, y esto es lo más importante, habría sido eficiente para la creación de empleo, en lugar de serlo para aumentar el paro.
Y para terminar, dejo un enlace a un interesante artículo del blog de Martin Varsavsky.
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