Me han convencido, lo confieso. Es genial vivir de alquiler toda la vida para que al final de tu vida, cuando cobres una miserable pensión y ya no puedas pagar la renta, puedas ocupar una plaza en un geriátrico público.
También es genial que nuestros hijos estudien un módulo, lo que antes se llamaba Formación Profesional porque es mucho mejor ser carpintero o fontanero que ingeniero, ¡dónde va a parar! Me llama la atención que eso lo digan catedráticos, sociólogos y otras personas con titulación universitaria, pero, ¡qué caramba! por eso mismo lo sabrán ellos, que sin duda lamentarán no haber sido albañiles o electricistas.
Y lo que es ya la repanocha, lo más de lo más, es irte a trabajar al extranjero. Sobre todo si eres médico, ingeniero, químico, etc. Bueno, y si te dedicas a la investigación entonces eso ya es como si te hubiera tocado la lotería.
España se alegra por la marcha de sus hijos universitarios, bien formados y en los que se ha gastado un buen dinero para darles esa formación. Sí, se alegra, porque es lo mejor para nuestros jóvenes: salir al extranjero, conocer mundo, vivir otras experiencias, desarrollarse profesionalmente en otros países, alcanzar una posición económica que aquí en España no se puede ni soñar y... Y olvidarse de volver, porque no hay manera de encontrar en España un trabajo con un salario que se le aproxime.
En cambio, ¡qué pena de Alemania! importando miles de ingenieros, hurtando a sus jóvenes la dicha de la emigración, del mestizaje cultural. Qué se puede esperar de un país así. Quizás terminen por dominar Europa con su tecnología y su poderío económico, pero sus jóvenes sólo podrán venir a España a disfrutar del Mediterráneo o de las Baleares, del sol, de nuestra comida y de nuestras playas y del exquisito servicio de nuestros bien formados camareros, envidia de los países más avanzados del mundo mundial.
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