El caso del PP de Asturias, Cascos incluido, deberá analizarse en los cursos de teoría política de cómo se pueden frustrar gobiernos y expectativas por las ambiciones de unos y las torpezas de todos.
Me parece incomprensible que una persona como Álvarez-Cascos, que ha sido secretario de organización del PP, y que puede ser muchas cosas, pero no poco inteligente, haya creído que era posible ser candidato a la presidencia de una Comunidad Autónoma, en este caso, Asturias, sin contar con la colaboración-aprobación de los órganos del partido aquí y en Madrid.
Él sabe, mejor que nadie, que los partidos son organizaciones creadas para garantizar la supervivencia de sus dirigentes, en primer lugar, y, en segundo lugar, para alcanzar el poder. Suya es la frase, en la otra gran crisis del PP asturiano: “más vale partido sin gobierno, que gobierno sin partido”. En aquella ocasión, en Asturias, se quedó sin las dos cosas. Pero la razón por la que los políticos actúan así es clara: en este bipartidismo imperfecto que es la democracia española, los dos grandes partidos son gobierno y oposición, según el lugar y la administración, de modo que tienen poder (léase dinero) para repartir entre sus dirigentes, que ostentan, a la vez, cargos de representación. Como todos ellos, en su gran mayoría, viven sólo de la política y siempre lo han hecho, tienen que conservar su puesto de trabajo como sea porque es su medio de vida y no van a tener la oportunidad fuera de la política de tener unos trabajos tan generosamente remunerados. Sólo hay que repasar los ingresos que perciben y compararlos con sus curriculums profesionales.
También me parece incomprensible que los dirigentes del PP asturiano y nacional hayan decidido prescindir de un candidato que podría asegurarles la victoria que vaticinan las encuestas.
¿Tan difícil era pactar una candidatura encabezada por Álvarez-Cascos, a quien habían puesto como ejemplo de político comprometido con Asturias en su etapa de vicepresidente del gobierno y de ministro de fomento? ¿Cómo es posible que a quien ponían como hacedor indiscutible de las infraestructuras de la región no sea válido para gobernar la Comunidad Autónoma?
Demasiados personalismos, demasiados intereses personales y ninguna ambición política salvo la de seguir en unos puestos excelentemente remunerados y de escasa o nula responsabilidad.
La dirección nacional del PP ha actuado con una lamentable falta de consideración hacia Asturias y hacia sus votantes asturianos, convencida, quizás, de que en las elecciones generales van a tener votos de sobra para gobernar. Pero es posible que no cuenten con que necesitarán mayoría absoluta para poder hacerlo, porque, de otro modo, no conseguirán los apoyos necesarios para la investidura; y en esas condiciones, no se puede despreciar no ya un escaño, no se puede despreciar ni un solo voto. Sería divertido que Rajoy, finalmente, no consiguiera su ansiada investidura por un diputado que podría haber conseguido en Asturias. Sería un justo castigo a su soberbia y al, si no desprecio, sí menosprecio por esta región.
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