El
capitalismo moderno tiene como base el ahorro y el consumo. El gran
desarrollo de las sociedades occidentales desde la mitad del pasado
siglo XX se debe a la creación de una gran clase media con capacidad de
consumo porque ya no necesitaba ahorrar “para el día de mañana”, puesto
que las necesidades esenciales las tiene aseguradas: una pensión que le
permitirá vivir desahogadamente en la vejez y una asistencia sanitaria
que le atenderá si sufre una enfermedad.
Esta
crisis está cambiando nuestro mundo de una manera radical y si todo
sigue así las sociedades occidentales de los países del sur de Europa se
parecerán más a las del siglo XIX en los albores del maquinismo que a
las de finales del siglo XX.
Todos
los pasos dados para resolver la crisis han sido equivocados, aunque
quizás deliberadamente equivocados. Hay que precisar que eso ha sido así
en Europa, pero no en Estados Unidos.
Comenzaron
por enterrar miles de millones de los ciudadanos para paliar las
pérdidas de los bancos, porque había que salvar el sistema financiero.
Sin embargo, no se puso el mismo interés en salvar a las familias o a
las empresas que, ante la falta de crédito y la asfixia de los recortes
presupuestarios de los países se iban hundiendo cada vez más en la
ruina.
La crisis, alimentada por la austeridad, se va prolongando y estamos ya en su séptimo año.
Ahora
han comenzado a cambiar las reglas del juego: los ahorros ya no están
seguros en los bancos, porque si su banco o el sistema financiero de su
país tiene dificultades, por alguna razón que nadie se ha molestado en
explicar, tomarán parte de su dinero para sanearlos.
Qué
consecuencias traerá esto, ya hecho en Chipre y con intención de
convertirlo, si no en ley, sí en norma de uso; pues traerá como
consecuencia una fuga masiva de capitales de los países del sur de
Europa con destino a Suiza, países del norte de Europa o Estados Unidos.
En una palabra descapitalización y empobrecimiento (más) de los países
del sur.
En
los países del sur de Europa, en la Europa pobre, para entendernos, se
han empezado a recortar los salarios, las pensiones, el subsidio por
desempleo, etc.
Tendremos
que volver a “ahorrar para el día de mañana”, porque es posible que
nuestra pensión no nos permita vivir dignamente; o porque si tenemos la
desgracia de caer enfermos, es posible que no tengamos toda la cobertura
sanitaria que necesitemos y también es posible que el subsidio que
recibamos durante la enfermedad no nos permita hacer frente a los gastos
habituales.
Volverán
las cajas de pensiones mutuas, para garantizar lo que los bancos ya no
pueden y, claro, nuestros sistema financiero será de escasa dimensión y
no habrá crédito para que nazcan nuevas empresas o se desarrollen las
que ya existan.
El
consumo se reducirá drásticamente, porque el dinero se destinará al
ahorro y no al gasto, de modo que nuestro sistema productivo, que está
siendo diezmado durante estos años de crisis, tardará varios lustros en
recuperarse.
En
estas circunstancias, será cosa de tiempo, seguramente de poco tiempo,
que los países del sur de Europa salgan del Euro o que los del norte
creen un espacio económico, sin los del sur, con una moneda distinta del
Euro.
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