La situación económica en España no puede ser más crítica. Las afirmaciones del PP en la oposición de que no se podía seguir con una prima de riesgo al nivel que estaba entonces sigue siendo válida, con el agravante de que ahora está mucho más alta.
Los que juegan al juego absurdo de que con el PP la prima de riesgo ha pasado de los 600 puntos tratando de engañarnos haciéndonos creer que con el PSOE estaría por debajo siguen con el tacticismo estéril que empleó en su momento el PP haciéndonos creer (engañándonos) que sabían lo que había que hacer y que en cuanto ellos llegaran al poder todo se resolvería como por ensalmo.
El PSOE negó la crisis apostando por que ésta fuese de corta duración y creyó que inyectando unos miles de millones de Euros en un absurdo Plan E aliviaría sus síntomas hasta que volvieran los buenos tiempos.
Como ya suponíamos muchos, fue como tratar de curar el cáncer con aspirinas. No se aliviaron los síntomas y, sin adoptar ninguna medida para corregir los verdaderos problemas, la enfermedad se agravó irremediablemente.
Como el PSOE o Zapatero o todos ellos no tenían otro interés que perder por la mínima y dejar la situación al PP del peor modo posible, adelantaron las elecciones 6 meses comunicándolo absurdamente con más de tres meses de antelación, con lo que se alargó varios meses la parálisis propia de los periodos electorales.
Por supuesto, tenían claro que ya no serían ellos los encargados de formar gobierno, por lo que no tomaron una sola medida más y tampoco presentaron la Ley de Presupuestos. Había que dejar el campo lo más embarrado posible.
Y el PP ganó por mayoría absoluta, más por incomparecencia del rival que por la calidad de su juego. Pero ganó. Y en vez de ponerse a gobernar desde el mismo momento de formar gobierno decidieron que era mucho más importante esperar a las elecciones andaluzas. Como siempre pensando en sus propios intereses personales, primero, y de partido después. Si queda tiempo ya se ocuparán del interés general.
Y tras las andaluzas había que ponerse manos a la obra, pero se había perdido un tiempo precioso y, para colmo, como sospechábamos muchos, el PP tampoco sabía lo que había que hacer. Era fácil imaginarlo, porque en la oposición no dieron ni una sola pista. Y ya era raro que ni por equivocación se les escapara alguna idea.
Y comenzaron por lo fácil: subir el IRPF. ¿Modificarlo para recaudar mejor (más y de manera más equitativa)? ¡Menuda pereza, modificar ahora el impuesto con el trabajo que da todo eso!
Luego vino el aumento o implantación del copago de las medicinas de una manera precipitada y chapucera que creó desconfianza, incertidumbre y malestar entre el personal médico, farmacéutico y,sobre todo, entre los afectados que, a día de hoy, no se ha resuelto.
Y la reducción del salario de los funcionarios y la disminución de recursos a la dependencia y la subida del IVA. Una subida importante y que, en los casos en los que se cambia el tipo supone unos incrementos extraordinarios que recaen sobre una población con los recursos al límite y que, en un gran porcentaje, hace tiempo que, a la fuerza, han reducido sus gastos a los de supervivencia.
El PP está fracasando en la manera de atajar la crisis porque no quiere meter mano donde de verdad se necesita: modificar a fondo una Organización política del Estado hipertrofiada, cara, insostenible y corrompida hasta la médula.
Enfrente tiene a un PSOE que no tiene ningún interés en que se redimensione esa organización política porque esperan poder ocupar todos esos puestos o una buena parte de los mismos cuando el PP se haya desgastado y pierda las elecciones.
Tampoco los demás partidos, a excepción de UPyD, tienen interés en ello, porque casi todos, mucho o poco, han tenido ocasión de ocupar alguno de esos puestos.
Sólo hay que escuchar a los representantes de la izquierda defender con candor patético la actual estructura política en la que, según ellos, no sobra ni un suelo puesto.
El drama de España son unos políticos decididos a seguir manteniendo puestos y privilegios aunque para ello deban exprimir a los ciudadanos hasta la asfixia y terminar con el incipiente Estado de Bienestar que empezábamos a vislumbrar, mientras se acusan mutuamente de ello y se erigen como salvadores del mismo. Una estrategia para conseguir el voto de los contribuyentes expoliados y estafados.
Tratarán de salvar hasta donde puedan sus propias estructuras de poder e influencia aunque vean al país arruinado e intervenida su soberanía económica (valga la redundancia).
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