Los mineros del carbón están en
huelga desde hace 11 días. ¿Motivo? El fundamental, que el gobierno
ha rebajado unilateralmente el importe de los Fondos Mineros, fondos
que tienen como fin la reindustrialización y mejora de las comarcas
mineras para compensarlas por la disminución del sector de la
minería del carbón.
Vaya por delante que no me opongo a que
los mineros reivindiquen lo que crean necesario para ellos como
trabajadores y para sus comarcas. Con lo que no estoy de acuerdo es
con la forma en la que están llevando a cabo sus protestas. Pero
antes, hagamos un poco de historia.
La minería del carbón lleva en España
30 años en reconversión. Se dice pronto, pero 30 años son muchos
años y esos años han estado (y aún lo están) llenos de dinero
público empleado en prejubilaciones y en planes de formación,
empleo, reindustrialización y mejora de las comarcas mineras.
Los resultados de todo ese dinero,
salvo el destinado a prejubilaciones que ha permitido mantener el
poder adquisitivo de los trabajadores excedentes del sector y, por
tanto, cierto nivel de consumo en las comarcas (digo cierto porque
muchos prejubilados no se han quedado a vivir en las comarcas
mineras) el resto ha servido para bien poco. En muchos casos se ha
dejado la decisión de las inversiones en manos de los sindicatos y
éstos, no se les puede reprochar, no han sabido acertar en las
proyectos. Uno de los ejemplos más destacados fue la construcción
de un campus universitario en Mieres.
Pero no sólo se han empleado mal, es
que ni tan siquiera se han aportado proyectos suficientes para
emplear todos los fondos previstos. De hecho, el recorte del gobierno
ha consistido en reducir este año la cantidad de esos fondos al
importe adjudicado el año pasado.
El resultado de todo esto es que como
los recursos, por grandes que sean (que lo han sido) son finitos, lo
que se emplea en unas cosas no se emplea en otras y así tenemos que
30 años después y con el horizonte del 2.018 señalado por la UE
como el fin de la minería del carbón en España, las comarcas
mineras están más depauperadas, empobrecidas y sin alternativas de
empleo que nunca.
Y ahora los mineros salen a la calle y
vuelven a hablar ellos, los partidos de izquierdas y un buen número
de personas de solidaridad y lucha justa por sus derechos, pero nadie
se cuestiona la justicia de esa lucha. Los mismos que cuando los que
hacen huelga son los maquinistas de RENFE, los controladores aéreos
o los pilotos de Iberia, se cansan de hablar de trabajadores
privilegiados que toman por rehenes al resto de ciudadanos, se
muestran ahora complacidos con la “lucha solidaria de los mineros”.
Y esta es la parte de la historia con
la que no estoy de acuerdo. Los mineros pueden ser muy solidarios con
ellos mismos, pero en absoluto con el resto de trabajadores. No he
visto un solo minero en la calle estos últimos cuatro años mientras
los trabajadores de la construcción se iban uno tras otro al paro
hasta formar una buena parte de los cinco millones de parados que
tiene España.
Los mineros salen a la calle impiden la
libre circulación de mercancías y personas si importarles los
problemas de los demás. Estudiantes que no pueden acudir a los
exámenes finales, enfermos que no pueden acudir a consulta o a
tratamiento, otros trabajadores que no pueden acudir a su trabajo...
Los trabajadores que padecen los cortes
de carretera no tienen, ni tendrán nunca, la seguridad en el empleo
que tienen los mineros de Hunosa, no tienen, ni tendrán nunca sus
condiciones económicas, ni tienen, ni tendrán nunca la seguridad de
acceso a unas prejublaciones de privilegio a los 42 años.
Y si alguien va a argumentar el
peligroso y penoso trabajo de los mineros, ya me adelanto a decirle
que sí, pero que no es más penoso o peligroso que el de los
trabajadores de la construcción (sólo hay que repasar las cifras de
siniestralidad laboral de cada sector) o que el de los pescadores, y
ni unos ni otros tienen las condiciones económicas o de acceso a la
jubilación de aquellos.
Y termino como empecé, no discuto el
derecho de los mineros a luchar por lo suyo o por lo que creen que es
mejor para sus comarcas, aunque estén equivocados, pero no puedo
estar de acuerdo en que su lucha se lleve por delante los derechos de
los demás.
Y para terminar, algo que ilustra bien
lo que algunos esconden tras la lucha de los mineros. Esta pasada
semana José Ángel Fernández Villa, tradicional líder del
SOMA-UGT, le decía a un policía: “llevo sesenta años en este
negocio y no acepto la represión”. Pues eso.
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