Alguien debería tener un rasgo de sinceridad con todos nosotros y contarnos la verdad de la reforma de las pensiones. No lo ha hecho el gobierno, ni los sindicatos, ni la patronal, que han celebrado como un bautizo lo que era un entierro. Tampoco lo han hecho los partidos de la oposición, demasiado ocupados, quizás, pensando en su dignidad como políticos, que ellos confunden con su cartera y sus privilegios.
Pero es necesario explicar a los españoles que el retraso de la edad de jubilación hasta los 67 años ha sido el señuelo con el que nos han tenido entretenidos para no contarnos lo que hay detrás.
El gobierno y los llamados agentes sociales deberían decirnos que el proceso no se hace como nos han contado: retrasamos dos años la edad de jubilación, aumentamos unos años los necesarios para tener derecho a la pensión máxima (según la cotización de cada cual) y aumentamos el periodo de cómputo y luego ya veremos que sale. No es así. El gobierno le ha pedido a los técnicos que le dijeran cómo se deberían modificar todos esos datos para conseguir un disminución media de las pensiones de un 25% o un 30% y de ahí han salido los números.
Con el acuerdo firmado, los actuarios dicen que la pensión media disminuirá del orden de un 28%, y, esto lo digo yo, como habrá personas que reunirán las condiciones para cobrar la pensión máxima, habrá otras que percibirán el 50% de lo que percibirían si se hubieran mantenido las condiciones vigentes hasta ahora.
Dicho en otras palabras, habrá personas que con la manera actual de calcular las pensiones les correspondería una jubilación de 1.200 Euros y con la nueva pasarán a cobrar 600 Euros.
¿Por qué ocurrirá eso? Porque no llegarán a los años necesarios para alcanzar la pensión máxima de su base reguladora y porque les penalizará el no tener 25 años cotizados inmediatamente anteriores a su edad de jubilación.
Nos decían que era de justicia aumentar el periodo sobre el que se calculaba la pensión porque había trabajadores que durante los últimos 15 años habían dejado de cotizar alguno y eso les penalizaba en exceso; pero lo que no dicen, pero es obvio, es que aumentando ese periodo a 25 años serán muchos más los trabajadores que no tendrán cotizados los 25 años anteriores a la edad de jubilación. Esto es un hecho puramente estadístico, pero por si alguno necesita verlo más claro sólo tiene que pensar que cualquier trabajador que se encuentre en el paro en estos momentos y que ya no perciba el subsidio por desempleo, es decir, que ya nadie esté cotizando por él, y que tiene más de 42 años ya no podrá alcanzar los 25 años de cotización al llegar a los 67 años. Lo que quiere decir que ya no tendrá derecho a la pensión máxima de su base reguladora.
El endurecimiento de la condiciones para tener derecho a una pensión ha sido tremendo y eso se ha hecho de espaldas a los ciudadanos y a los trabajadores, pasteleándolo con unos sindicatos que viven (y muy bien) de las subvenciones y que tienen una representación de los trabajadores muy discutible y con unos empresarios que se muestran encantados con todo lo que suponga disminuir las prestaciones sociales.
Para mayor escándalo, después de repetir machaconamente las razones por las que era imprescindible (a su juicio) una revisión de las pensiones y que se resume en que cada vez hay menos cotizantes por cada jubilado, es decir, menos ingresos y más gastos, deciden aprobar reducciones o exenciones en las cuotas patronales para las contrataciones a tiempo parcial. O sea, que el sistema se resiente porque no tiene suficientes ingresos y en lugar de aumentarlos los reducimos. ¿Vds. lo entienden? Yo tampoco.
Otro aspecto sustancial de esta reforma es que ha sido hecha por un gobierno que se presentó a las elecciones prometiendo el pleno empleo. Me parece una perversión de la democracia que un partido haga una política diametralmente opuesta a la que nos dijo que haría. Que haya salido elegido en las urnas no le da “barra libre” durante cuatro años para hacer lo que le venga en gana. Por eso, lo que debería haber hecho un gobierno democrático es convocar elecciones para que los partidos políticos nos cuenten sus proyectos en esta nueva situación y los ciudadanos pudiéramos escoger el programa que mejor nos pareciera. Eso es la democracia.
Y no sirve decir que no hay otras opciones y que se hizo lo que se debía hacer. Siempre hay otras opciones. Por ejemplo, algún partido podría plantear subir dos puntos los impuestos para destinar ese dinero a pensiones. ¿Quién ha dicho que las pensiones deben nutrirse exclusivamente de las cotizaciones de trabajadores y empresas? Si se permite gravar los carburantes con hasta 2 céntimos para financiar la sanidad, por qué no se puede hacer algo similar con las pensiones.
Y desde luego, lo que se debe hacer es preguntarnos a nosotros. ¿Quiénes son ellos para decidir lo que nos conviene y el grado de bienestar que vamos a tener en nuestra jubilación?
Nos están dando gato por liebre: han cambiado la democracia (gobierno del pueblo), por este nuevo despotismo partitocrático (todo (¿?) para el pueblo pero sin el pueblo).
Y para colmo, y en una muestra más de cómo el gobierno, el partido que lo sustenta y los sindicatos que hacen de comparsa en todo este asunto han perdido por completo el norte y la decencia, celebran el acuerdo de pensiones como si hubiese sido un gran éxito. Estábamos todos de funeral, con una parte esencial del estado de bienestar de cuerpo presente, y ellos celebrando que le habían dado la puntilla.
Pero es necesario explicar a los españoles que el retraso de la edad de jubilación hasta los 67 años ha sido el señuelo con el que nos han tenido entretenidos para no contarnos lo que hay detrás.
El gobierno y los llamados agentes sociales deberían decirnos que el proceso no se hace como nos han contado: retrasamos dos años la edad de jubilación, aumentamos unos años los necesarios para tener derecho a la pensión máxima (según la cotización de cada cual) y aumentamos el periodo de cómputo y luego ya veremos que sale. No es así. El gobierno le ha pedido a los técnicos que le dijeran cómo se deberían modificar todos esos datos para conseguir un disminución media de las pensiones de un 25% o un 30% y de ahí han salido los números.
Con el acuerdo firmado, los actuarios dicen que la pensión media disminuirá del orden de un 28%, y, esto lo digo yo, como habrá personas que reunirán las condiciones para cobrar la pensión máxima, habrá otras que percibirán el 50% de lo que percibirían si se hubieran mantenido las condiciones vigentes hasta ahora.
Dicho en otras palabras, habrá personas que con la manera actual de calcular las pensiones les correspondería una jubilación de 1.200 Euros y con la nueva pasarán a cobrar 600 Euros.
¿Por qué ocurrirá eso? Porque no llegarán a los años necesarios para alcanzar la pensión máxima de su base reguladora y porque les penalizará el no tener 25 años cotizados inmediatamente anteriores a su edad de jubilación.
Nos decían que era de justicia aumentar el periodo sobre el que se calculaba la pensión porque había trabajadores que durante los últimos 15 años habían dejado de cotizar alguno y eso les penalizaba en exceso; pero lo que no dicen, pero es obvio, es que aumentando ese periodo a 25 años serán muchos más los trabajadores que no tendrán cotizados los 25 años anteriores a la edad de jubilación. Esto es un hecho puramente estadístico, pero por si alguno necesita verlo más claro sólo tiene que pensar que cualquier trabajador que se encuentre en el paro en estos momentos y que ya no perciba el subsidio por desempleo, es decir, que ya nadie esté cotizando por él, y que tiene más de 42 años ya no podrá alcanzar los 25 años de cotización al llegar a los 67 años. Lo que quiere decir que ya no tendrá derecho a la pensión máxima de su base reguladora.
El endurecimiento de la condiciones para tener derecho a una pensión ha sido tremendo y eso se ha hecho de espaldas a los ciudadanos y a los trabajadores, pasteleándolo con unos sindicatos que viven (y muy bien) de las subvenciones y que tienen una representación de los trabajadores muy discutible y con unos empresarios que se muestran encantados con todo lo que suponga disminuir las prestaciones sociales.
Para mayor escándalo, después de repetir machaconamente las razones por las que era imprescindible (a su juicio) una revisión de las pensiones y que se resume en que cada vez hay menos cotizantes por cada jubilado, es decir, menos ingresos y más gastos, deciden aprobar reducciones o exenciones en las cuotas patronales para las contrataciones a tiempo parcial. O sea, que el sistema se resiente porque no tiene suficientes ingresos y en lugar de aumentarlos los reducimos. ¿Vds. lo entienden? Yo tampoco.
Otro aspecto sustancial de esta reforma es que ha sido hecha por un gobierno que se presentó a las elecciones prometiendo el pleno empleo. Me parece una perversión de la democracia que un partido haga una política diametralmente opuesta a la que nos dijo que haría. Que haya salido elegido en las urnas no le da “barra libre” durante cuatro años para hacer lo que le venga en gana. Por eso, lo que debería haber hecho un gobierno democrático es convocar elecciones para que los partidos políticos nos cuenten sus proyectos en esta nueva situación y los ciudadanos pudiéramos escoger el programa que mejor nos pareciera. Eso es la democracia.
Y no sirve decir que no hay otras opciones y que se hizo lo que se debía hacer. Siempre hay otras opciones. Por ejemplo, algún partido podría plantear subir dos puntos los impuestos para destinar ese dinero a pensiones. ¿Quién ha dicho que las pensiones deben nutrirse exclusivamente de las cotizaciones de trabajadores y empresas? Si se permite gravar los carburantes con hasta 2 céntimos para financiar la sanidad, por qué no se puede hacer algo similar con las pensiones.
Y desde luego, lo que se debe hacer es preguntarnos a nosotros. ¿Quiénes son ellos para decidir lo que nos conviene y el grado de bienestar que vamos a tener en nuestra jubilación?
Nos están dando gato por liebre: han cambiado la democracia (gobierno del pueblo), por este nuevo despotismo partitocrático (todo (¿?) para el pueblo pero sin el pueblo).
Y para colmo, y en una muestra más de cómo el gobierno, el partido que lo sustenta y los sindicatos que hacen de comparsa en todo este asunto han perdido por completo el norte y la decencia, celebran el acuerdo de pensiones como si hubiese sido un gran éxito. Estábamos todos de funeral, con una parte esencial del estado de bienestar de cuerpo presente, y ellos celebrando que le habían dado la puntilla.
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