¡Ya lo tengo! Vivimos en una oposicracia: el gobierno de la oposición.
En este país llamado España (Eppaña para los incondicionales de “la roja” ganadora del mundial) todos los partidos están en la oposición, ninguno gobierna.
El PSOE se ha dedicado desde que ganó las elecciones en 2004 a ser la oposición del PP (oposición de la oposició). Como no tenía ni idea de cómo gobernar el país y estábamos en una era de crecimiento económico que Zapatero estaba seguro que seguiría indefinidamente, entre otras cosas, porque el había llegado al gobierno y esa era razón suficiente para que la tierra girara al revés y ya no hubiera más noches y todo fuera alegría y despilfarro. Pues se dedicaron a oponerse a la oposición para impedir que llegara a ser gobierno.
Luego llegó la crisis y Zapatero tubo que hacer oposición a los agoreros que decían que había que tomar medidas y a la oposición que no callaba con su cantinela de que había crisis. ¿Qué crisis? se preguntaba irritado ZP, para afirmar seguidamente que nuestra economía estaba en la Campions y que nuestro sistema financiero era el más sólido del mundo mundial.
Cuando ya no pudo disimular la crisis, porque casi cinco millones de parados hacían imposible es disimulo, siguió haciendo oposición al PP, porque no sabía hacer otra cosa y había que distraer al personal.
Y cuando Merkel, los socios de la UE, el FMI, Obama y hasta el Pato Donald le dijeron que o tomaba medidas o le tomaban las medidas para el cuadro con su retrato de ex Presidente, pues hizo lo contrario de lo que venía diciendo hasta ese momento y continuó oponiéndose al PP que es lo que mola.
El PP también está de oposición. Lógico, dirá usted, es el principal partido de la oposición. Sí, pero cuando se quiere alcanzar el poder y la situación es tan grave, o pactas con el gobierno para sacar al país del atolladero o te vas al Congreso y presentas una moción de censura, que en nuestro país ha de ser constructiva, que quiere decir que hay que subir al estrado y decir lo que se haría si se consiguiera el poder. Pero claro, no lo sabe, no sabe lo que tiene hacer y lo que sabe que tiene que hacer cree que le quitaría votos; así que... a hacer de oposición y desgastar al gobierno, que es lo que mola.
Los nacionalistas, entre tanto, a lo suyo, que es oponerse a España, a todo lo que huela a español y a quejarse, que les sale de perlas, no en vano llevan haciéndolo treinta y cinco años. Bueno, algunos han empezado hace menos, como Montilla, y por eso se le nota. Unas raíces profundas en el socialismo hacen que el discurso de nacionalista agraviado suene un poco forzado. Pero el caso es oponerse; al gobierno, a la oposición, al Tribunal Constitucional, al invierno y al verano, a la lluvia y a la sequía.
El caso es no gobernar y si llegado el caso alguno le da por ahí, entonces se decide cuándo los padres deben decir a sus hijos que son adoptados, o se prohibe vender chuches en los colegios. Cualquier cosa con tal de que no tenga efectividad alguna y que no sea materia de regulación pública, sino del ámbito estrictamente privado. ¡Para que luego digan que no hacen nada.
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