Después de las elecciones del 25M, Asturias tiene por segunda vez en menos de un año la posibilidad de tener un gobierno sustentado por partidos de derechas en lugar de un gobierno del PSOE en solitario o con la colaboración de IU como ha ocurrido en los últimos treinta y dos años, excluido el periodo que casi podríamos llamar anecdótico en el que gobernó Sergio Marqués, apoyado primero por el PP, del que fue cabeza de lista, y después sin el apoyo de esta formación, tras una lucha interna en la que los principales contendientes han tenido mucho que ver en que no se aceptara a Cascos para encabezar la lista de las elecciones autonómicas de mayo de 2011 y en la falta de acuerdo con Foro para sacar adelante los presupuestos, después.
Lo acontecido hasta las pasadas elecciones del día 25 demuestra el poco respeto que el PP nacional tiene a Asturias, empezando por Rajoy y continuando por Dolores de Cospedal. Asturias tiene muy poco peso económico y político en el conjunto de España y por eso Rajoy puede permitirse hacer una apuesta arriesgada porque la pérdida es pequeña. Asturias vota tradicionalmente a la izquierda, es consumidora de importantes recursos económicos (pensiones, fondos mineros…) y mantiene un importante déficit de infraestructuras que requieren de millonarias inversiones. Todo esto en una situación de grave crisis económica y de fuertes recortes presupuestarios sólo puede conseguir escasas simpatías de los asturianos por el gobierno de la nación. Poco importa entonces perder o no alcanzar el gobierno regional y tener una caja más con la que repartir lo que no hay.
Rajoy se permitió desechar la opción de Cascos porque prefirió dar gusto a sus simpatías personales antes que a la posibilidad de tener un candidato ganador en Asturias.
Apostó entonces y perdió y Foro se alzó con una mayoría minoritaria y pudo formar gobierno sin que el PP moviera un dedo para apoyar un gobierno que no fuera socialista después de muchos años y eso a pesar de los escándalos de corrupción con los que había terminado el último gobierno de Areces.
En aquella ocasión el PSOE y el PP pactaron para dar a este último la presidencia de la Junta General del Principado y el PSOE no presentó candidato a presidente y le ahorró al PP tener que retratarse ya en aquel momento.
Después vino el penoso espectáculo de la negociación (mejor dicho, no negociación) de los presupuestos. El PSOE jugando a que Foro y PP se despellejaran entre sí y este último siguiendo, como no, las instrucciones de Madrid, presentando una enmienda a la totalidad y cerrando con ella cualquier posibilidad de pactar unos presupuestos con Foro.
El objetivo de esta lamentable estrategia era lograr que el gobierno de Foro se desangrara tratando de gobernar con un parlamento hostil que, como había hecho hasta entonces, se opondría a cualquier iniciativa del gobierno y con un presupuesto prorrogado que sería completamente ineficaz en la situación actual.
Esperaban que tras un año en esa situación y sin poder sacar adelante de nuevo los presupuestos del años siguiente, terminaría convocando elecciones anticipadas y el PP recuperaría los votos perdidos y, empujado por el gobierno de la nación, se alzaría con el poder.
Pero Cascos, que pude ser lo que se quiera, pero que es un animal político hizo lo que cualquier gobierno democrático debe hacer en esa situación: convocar elecciones. PSOE y PP se quedaron tan sorprendidos como descompuestos. Sus líderes no habían pensado ni por un momento que Cascos pudiera tomar esa decisión. En un país en el que el poder es un fin en sí mismo y en el que los partidos trabajan sólo para no perderlo, pensar que alguien pudiera arriesgarse a perderlo a los pocos meses de conseguirlo era sencillamente inimaginable.
Rajoy escogió, o le escogieron, entonces la que ya para las elecciones generales había aparecido como líder emergente del partido en Asturias y le dejó hacer a ella lo que no dejó hacer a Cascos y que se filtró como razón última para no aceptar su propuesta para ser candidato en las elecciones autonómicas asturianas: sus deseo de hacer una radical limpieza en el PP asturiano.
El PP nacional, y creo que asturiano, volvieron a demostrar un profundo desconocimiento de la sociedad asturiana y, a la vista de los resultado de las elecciones generales en Asturias, pensaron que con pasear por la región al presidente del gobierno y a casi todos los ministros del gobierno, sin molestarse siquiera en hacer una mínima promesa sobre los grandes asuntos pendientes de la región, sería suficiente para ganar. El descalabro de Foro lo daban por descontado y se las prometían felices siendo la fuerza mayoritaria de la derecha y reclamando el apoyo de Foro que ellos le había negado, pero que éste les daría sin duda.
Y llegó el 25 de marzo y Foro lejos de desmoronarse consiguió ser el partido más votado de la derecha. El PP estuvo muy lejos de arrasar y repitió sus exiguos mismos diez diputados de las elecciones anteriores. Y, como los dioses se divierten poniendo en aprietos a los mortales, es posible formar un gobierno de derechas si Foro y PP se ponen de acuerdo y consiguen el apoyo de UPyD.
¿Qué ocurrirá ahora?
Pues oyendo las palabras vacías de Mercedes Fernández tras sus reunión con Álvarez-Cascos, mucho me temo que las consignas que ya ha recibido de Madrid vuelven a indicar que Rajoy de nuevo quiere poner en práctica la estrategia de desgaste de Foro obligándolo a estar en la oposición, renunciando a que el PP asturiano pueda salvar la cara colaborando en un gobierno de derechas y permitiendo que el PSOE gobierne en minoría y con muchas dificultadas teniendo una mayoría de bloqueo Foro-PP que, aunque sólo sea por similitudes ideológicas, votarán juntos en muchas ocasiones y en asuntos trascendentales.
Mariano Rajoy y los estrategas de su partido vuelven a frotarse las manos pensando en el desgaste del PSOE asturiano, al que colaborará y no poco el gobierno de Madrid negándole el pan y la sal, y en la, esta vez sí, más que probable desaparición de Foro tras tres años en la oposición y sin la presencia de Cascos quien, suponen, abandonará su escaño o se mantendrá habitualmente ausente de la región, abandonando a Foro a su suerte.
Tras esos tres años y las condiciones descritas, el PP estaría de nuevo en condiciones de ganar las elecciones.
Los fallos de esta estrategia son varios y muy importantes.
Por un lado, el PP sufrirá un gran desgaste al negarse de nuevo a la posibilidad de que en Asturias gobierne la derecha, se aireen las instituciones con la entrada de aire fresco y se renueve la política asturiana limpiando la corrupción y el clientelismo formado durante los últimos treinta años.
El PP sufrirá un fuerte desgaste a nivel nacional por las medidas no sólo impopulares, sino sobre todo ineficaces para salir de la crisis.
Por último, nadie puede asegurar que hará Cascos en esos tres años.
En pocas palabras, el PP asturiano, seguramente por las instrucciones de Madrid más que por su propio convencimiento, renunciará a formar un gobierno de coalición con Foro para dejar el gobierno en manos del PSOE para otros treinta años.
Los asturianos tendremos más y mejores razones para agradecer al PP todo lo mucho y bueno que habrá hecho por esta región en, por entonces, más de medio siglo. Un medio siglo del que los próximos años serán decisivos para el futuro de España y de Asturias tal como las conocemos ahora.
No he hablado apenas de los intereses de Asturias ni de los asturianos porque la primera es sólo el tablero donde se desarrolla el juego y a los contendientes sólo les importa que reúna las condiciones imprescindibles para poder jugar sus bazas sin mayores contratiempos y los segundos son sólo los peones del juego que se pueden sacrificar en aras de los intereses de los que dirigen el juego.
En pocas palabras, ni la una ni los otros les importamos nada a unos políticos pesebreros nacidos y crecidos en la política y sin ningún lugar al que regresar fuera de ella en el que puedan ganarse la vida.
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