domingo, 11 de septiembre de 2011

Enseñanza y horas lectivas


Me llama mucho la atención que todo el problema de la enseñanza se centre en si los profesores deben tener 18 ó 20 horas lectivas.
Todo el mundo parece dar por hecho, ya que nadie lo cuestiona, que la actual organización de los centros es inmejorable, en el sentido etimológico, es decir, que no admite mejora posible.
Si tenemos en cuenta que la actividad principal, aunque no única, de un profesor ha de ser la de enseñar, no deja de ser curioso que de las 37,5 horas de jornada semanal, más de la mitad no se dedique a esa función, sino a otras diversas, relacionadas con su actividad, pero que hemos de suponer secundarias a la principal. Y el que sean secundarias no quiere decir que sean innecesarias o poco importantes.
Como cualquier actividad humana, es de suponer que la de la enseñanza también es susceptible de mejora y, por ello, no debe de ser extraordinario suponer que puede ser organizada de tal forma que se pueda aumentar la productividad de los profesores sin que se merme la calidad.
Seguramente, muchos de los que ahora se quejan del aumento de horas lectivas se quejaban hasta ahora de la burocratización del sistema y de la excesiva carga administrativa que padecían, del tiempo que perdían en reuniones absurdas y, en definitiva, de la mala organización de los centros.
Por ello, me sorprende que pongan el acento en el aumento de horas lectivas, cuando, a mi juicio, deberían reclamar una mejor y más eficiente organización de sus tareas no lectivas.

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