Seguimos leyendo impasibles las desoladoras noticias sobre la economía española, mientras se intercalan otras que producen un profundo malestar.
Telefónica, con unos beneficios milmillonarios y sólo levemente inferiores a los del año pasado, a pesar de la profunda crisis, piensa eliminar varios miles de puestos de trabajo en nuestro país. Una muestra de compromiso con la sociedad en la que forjó los grandes beneficios que le han permitido llegar a ser lo que hoy es.
La mayoría de los directivos de las Cajas se han subido el salario, a pesar de que la mayoría están prácticamente en quiebra y necesitan miles de millones de ayuda del fondo estatal que se ha creado para evitar su ruina. Un buen ejemplo de coherencia.
Los directivos de las grandes empresas y los grandes bancos siguen repartiéndose millones de Euros en bonus en forma de acciones de sus empresas en un claro expolio de las empresas a las que dicen servir y de las que cobran salarios de escándalo.
Las principales electricas españolas acaban de ser multadas por el Tribunal de la Competencia por pactar precios. Es decir por ir en contra del libre mercado.
Esto nos habla a voces de la hipocresía y desfachatez de tantas personas que ponen la lupa (no pueden verlos de otra manera) en los salarios de los trabajadores y nos aleccionan con que no deben subir porque debemos ser más competitivos y para evitar las tensiones inflacionistas; pero no se fijan en los suyos que deben tener la virtud de hacer a sus empresas más competitivas y que deben tener el efecto inflacionista desactivado.
Yo siempre procuro fijarme en los directivos cuando pagan en los restaurantes a ver si su tarjeta de crédito dice algo de que está vacunada contra la inflación o algo parecido, pero lo más que alcanzo a ver es que suele ser de su empresa, es decir que no son ellos los que pagan; pero de la inflación ni palabra.
También suelen darnos lecciones sobre las excelencias de la economía de mercado y de que deben eliminarse trabas y regulaciones porque el mercado se regula sólo, pero en cuanto pueden prefieren pasarse el mercado por donde se empiezan los cestos y enseguida deciden que lo regulan ellos mucho mejor poniéndose de acuerdo para robar a sus clientes con toda impunidad. Son los que sentados en su despacho se indignan cuando un ladronzuelo afana un bolso en la calle (¡dónde vamos a llegar!) y ellos se creen mejores porque roban sentados en un buen sillón y aprovechándose de contratos leoninos, pactando precios y abusando de su posición de domino en el mercado. ¡Y se creen honrados!
Espero que nuestros ilustres ex presidentes del gobierno, González y Aznar, cuando haya terminado la campaña electoral (no les interrumpamos, lo primero es lo primero) presenten su renuncia irrevocable como asesores de Gas Natural y Endesa, respectivamente, para que no se entienda que son cómplices y amparan sus pactos contra la libre competencia. ¿A que no?
También espero impaciente las declaraciones del Presidente de CECA reprochando las subidas de sueldo de los directivos de las Cajas y las del Gobernador del Banco de España por los paquetes de acciones que se van a autoadjudicar los directivos del Banco de Santander.
Vivimos muy cómodos en nuestro pequeñito mundo viendo estupefactos cómo los que tienen el poder político y económico nos toman el pelo, no expolian y, para colmo, nos dicen que hay que reducir el estado del bienestar porque es insostenible.
El amigo Trichet, que no es santo de mi devoción, ha dicho que los países han empleado un 27% del PIB para rescatar el sistema financiero y ha añadido, muy sensatamente, que los ciudadanos no iban a consentir que eso ocurra otra vez.
Es urgente que los ciudadanos hagamos ver a nuestros gobernantes que deben regular los mercados, el sistema financiero y la leyes societarias en general para defendernos de los indeseables que creen que pueden explotarnos como trabajadores, estafarnos como consumidores y expoliarnos como contribuyentes.
Eso o vamos comprando betún para pintarnos la piel de negro y repasando “La Cabaña del Tío Tom” para saber como se hace de buen esclavo negro. Quizás no tardemos en ver grandes plantaciones de algodón por toda España.
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