- Buenos días, mi nombre es Kevin, ¿en qué puedo ayudarle? Así comenzó la conversación cuando llamé a Lufthansa para reclamar un objeto que había dejado olvidado en un avión de esa compañía.
Le expliqué a Kevin (nombre supuesto) el motivo de mi llamada y él, muy amable, me dijo que, para ese tipo de asuntos, tenía que dirigirme a otro teléfono. Tomé nota del número, le di las gracias y, nada más colgar, llamé al nuevo número.
- Buenos días, mi nombre es Kevin, ¿en qué...?
- ¡Hombre, Kevín! - le interrumpí, no sin cierto asombro.
- Sí, señor, ya sé, usted acaba de llamar porque había extraviado un mp3, ya le estoy haciendo la gestión, pero he tenido que dirigirle a este otro teléfono por razones de estadística.
Esta escena que sería propia de una comedia ha sido tal y como la cabo de relatar, con excepción del nombre de mi interlocutor que he cambiado porque estoy seguro de que no hacía más que cumplir con las directrices de su empresa, sea ésta Lufthansa o la empresa que representa a esta compañía en España.
Por supuesto, el mp3 no apareció, pero casi valió la pena extraviarlo para poder vivir este divertido episodio que formará parte inseparable de un inolvidable viaje a Viena.
2 comentarios:
Es genial, muchas veces vivimos escenas surrealistas que bien pueden dar para un micro o una novela, si se tercia. Me ha encantado cómo lo has contado, tu "no enfado" con este tipo de situaciones te ennoblece y a mi me hace esbozar una sonrisa con la anécdota. Ah!! lamento lo del mp3. Un abrazo.
Maite, mi "no enfado", como tú lo llamas, no tiene ningún mérito en este caso, ya que, desde el primer momento, mi reacción fue de "divertido asombro", por llamarlo de alguna manera.
Saludos.
Publicar un comentario