domingo, 18 de marzo de 2018

Pensionistas

Esta semana he visto a los pensionistas reclamar una pensión digna. Saben de lo que hablan nuestros mayores, porque ellos representan la dignidad. Han asumido en silencio los recortes de la crisis, se ha remangado la camisa y se han puesto a ayudar a sus hijos en paro o  desalojados de sus viviendas como han podido, con dinero, haciéndose cargo de los nietos, colaborando en los bancos de alimentos. Y lo han hecho callados, comprendiendo mejor que nadie que la situación económica era muy complicada y que tocaba apretarse el cinturón hasta donde fuera necesario.
Pero ha llegado 2018 y han visto ilusionados cómo nuestro gobierno subía un 1% el salario de los funcionarios y, de rebote, a ellos mismos y a los diputados y senadores, porque, claro, son así de prudentes y asumen la modesta subida de los empleados públicos. La ilusión aumentó cuando vieron cómo se iba a terminar un agravio padecido durante años por policías y guardias civiles: en el plazo de tres años se igualarían sus retribuciones con las de los policías autonómicos. Y en la última semana el gobierno se comprometía a subir el salario de los funcionarios un 6% fijo y hasta un 2% más variable en los próximos tres años, además de darles más días de vacaciones. Parecía, por fin, que era cierto eso que repetían machaconamente desde el gobierno: habíamos salido de la crisis. Los nubarrones económicos se alejaban por el horizonte, ya podíamos comenzar a respirar aliviados.
Pero llegó la subida de las pensiones y se mantuvo en el exiguo 0,25% de los último años. Los pensionistas estallaron. El presidente del gobierno reaccionó rápido y solicitó comparecer en el Parlamento para dar explicaciones. Rajoy quería hablar a los pensionistas en el lenguaje que éstos entienden, el lenguaje de la mesura, de la ponderación: nos gustaría subir las pensiones, dijo, pero no podemos gastar lo que no tenemos. Aunque por alguna extraña razón parece ser que sí habría algo para subir las pensiones si le apoyaban los presupuestos. Los pensionistas, que saben que cuando no hay no hay y que da igual que te aprueben los presupuestos o que tu nieto tenga que comprar libros para el colegio, se sintieron estafados.
Los pensionistas saben bien de lo que habla Rajoy porque muchos de ellos han visto llegar a sus hijos o a sus nietos a pedirles ayuda, pero, al contrario que nuestro presidente, no despacharon a sus hijos con que no se puede gastar lo que no se tiene. No. Se detuvieron a mirar sus gastos y vieron que si no renovaban el abono del fútbol y dejaban de jugar cada tarde la partida podía sacar algunos dineros para estirar la pensión y echar una mano. Así que fueron viendo la manera de recortar los gastos para dedicarlo a otras cosas más prioritarias. Así que pensaron que Rajoy no había hecho nada con sus demandas. Es decir había hecho lo que hace como nadie: no hacer nada y esperar a que escampe. Cómo esperar de un hombre que estuvo en la cúpula del partido cuando entraban y salían dineros en blanco y en negro, regulares e irregulares, controlados y descontrolados y no fue capaz de ver nada que vaya a echar ahora un vistazo a los presupuestos generales del estado. No, no se puede esperar. Quizás haya preguntado a Montoro y éste le habrá dicho: no hay presidente. Si no hay no se puede gastar, ¿verdad, Montoro? Verdad, presidente. Ya me parecía a mí.
Montoro tampoco, se iba a despeinar, ni literal, ni figuradamente. Bastante tiene con seguir apretando las tuercas a los de siempre, como para sacar tiempo para ver dónde se están gastando los dineros de los españoles, pensionistas incluidos.
Así que los pensionistas siguen en la calle sacándole las vergüenzas a un gobiernos que no la tiene, esperando a ver si alguien le dice dónde está la chistera de la que sacar el conejo en forma de subida del IPC.
Quizás alguien le acabe soplando al oído a Rajoy que si no hay dinero para pagar las pensiones igual a que pensar si lo hay para pagar diecisiete parlamentos y gobiernos autonómicos. O que mejoraría mucho la salud de nuestros cargos públicos si les cambiaran el coche oficial por unos cómodos zapatos y un bonobús. O que los partidos políticos podrían hacer campañas de cinco días y ahorrar dos tercios de lo que ahora reciben en subvenciones. O que no podemos seguir dilapidando el dinero en decenas de televisiones públicas nacionales, autonómicas o locales. O que no es necesario hacer desfiles militares o festejos diversos porque no es presentable estar de fiesta en el salón mientras en el sótano tenemos al abuelo sin cenar.
Alguien debe soplar al oído de Rajoy que sí que hay dinero, lo que no hay es interés en destinarlo a lo verdaderamente importante.

*La fotografía ha sido tomada de elmundo.es

domingo, 27 de agosto de 2017

Las manifestaciones de ayer

Ayer hubo varias manifestaciones en Barcelona. En el mismo lugar y desfilando al mismo tiempo.
Una fue la manifestación de los antisistema: Podemos, En Comu, CUP, etc. Estos fueron a protestar contra el rey, Rajoy, el PP, como colofón a la campaña que comenzaron nada más producirse los atentandos, en contra del rey y del gobierno por vender armas (traficar dicen ellos, porque suena mucho más turbio) a Arabia Saudí. Otra vez, como en el 11M, la culpa de los atentados era del PP. Entonces por la foto de las Azores, ahora por la venta de armas.
Otra fue la de los independentistas, algunos de ellos también pertenecen al grupo anterior. Estos fueron a mostrar su rechazo a España y lo hicieron abucheado al rey, Rajoy, etc. Su objetivo era demostrar sus ambiciones y la fuerza de los independentistas.
Estos dos grupos fueron a lo suyo, a utilizar el atentado para sus fines políticos, olvidando, lamentablemente, el dolor de las víctimas y de sus familias.
Habría sido una buena ocasión para gritarles a todos ellos "no nos representan".
La tercera manifestación fue la de las miles de personas de buena fe, incluidos muchos políticos, que fueron a mostrar su rechazo al terrorismo y su solidaridad con las víctimas y que fueron utilizados e instrumentalizados por los dos grupos anteriores.

sábado, 26 de agosto de 2017

El fracaso de la manifestación

En la manifestación de esta tarde ha fracasado la democracia. Han triunfado los antisistemas de CUP, En Comú y Podemos, pero han fracasado los demócratas.
A una manifestación en contra del terrorismo a la que asisten el jefe del estado y los políticos, estos lo hacen en representación de todos los ciudadanos que no podemos estar allí. Deben ocupar, por tanto, la cabeza de la manifestación. Si quedan relegados a una tercera o cuarta fila, somos nosotros, el pueblo, los ciudadanos lo que estamos relegados, porque el jefe del estado y los políticos no están allí a título personal, sino en representación de todos nosotros. Nos gusten o no, Rajoy y Pablo Iglesias, Alberto Garzón y Albert Rivera, Rufián y Puigdemont, todos ellos, los hayamos votado o no nos representan a todos.
Pero, claro, los que han organizado la manifestación no creen en la democracia, para ellos es algo puramente instrumental que les permite recibir subvenciones y acercarse al poder. En el momento que lo consigan, esperemos que nunca ocurra, ya no habrá más elecciones, ni más partidos políticos. Podemos verlo en los países y regímenes que ellos admiran y que nos habían puesto como ejemplo, aunque ahora disimulen para no asustar.
Nos decían que venía a hacer la política de otra manera y lo que hacen es la antipolítica. Por eso se han sacado de la manga la triquiñuela de poner en la cabeza de la manifestación a los trabajadores de los servicios de emergencia, a los taxistas y a otros colectivos, pero esas personas, por muy bien que hayan hecho su trabajo no son nuestros representantes, no los hemos elegido. Ni siquiera sabemos quién los ha elegido en representación de esos colectivos. ¿Los han votado, son sus representantes de alguna manera?, ¿con qué criterios los han designado?
Porque esa es la cuestión. Cuando nos dicen que dan voz a otros colectivos en las decisiones municipales o consultan a sus bases o preguntan a las asambleas ciudadanas, al igual que en este caso, no sabemos a quiénes representan esas personas, quiénes son, por qué han sido elegidos, cómo han sido elegidos.
Esa es la manera de cargarse la democracia fingiendo que se quiere ser más demócrata.
Cuando votamos en un referendum o en unas elecciones, conocemos las reglas de juego, el censo, las preguntas las diferentes opciones que defiende cada partido. Y con todo eso y unas reglas claras de reparto de los votos y método de votación, los ciudadanos votamos. Sin embargo, con todos esos otros artificios de supuesta democracia de base desconocemos todo y no sabemos qué o a quién o a cuántos representan esos ciudadanso a los que se les otorga representatividad.
Con la manifestación de esta tarde han ganado los antisistema en nuestro país y el ISIS que ve como nuestra democracia se resquebraja tras sus atentados por la falta de coraje de nuestros políticos para defenderla.
Aunque pueda parecer que no tiene importancia, aunque se quiera dar la versión de que se deja el protagonismo de la manifestación a la gente, al pueblo llano, eso no es así. El símbolo de preterir a los cargos elegidos por los ciudadanos es más fuerte de lo que puede parecer en un principio. Tiene una carga ideológica muy potente y hace un tremendo daño a nuestra democracia.
La explicación absurda es que la cabecera de la manifestación (policías, sanitarios, taxistas, comerciantes de las Ramblas, etc.) representa a la sociedad civil y que más atrás van los políticos en representación de los políticos es por completo absurda. Los políticos, si acuden como tales, no acuden en representación de la clase política, sino de los ciudadanos que los han elegido.
En esas condiciones, los políticos que realmente sean demócratas y crean en la democracia deberían haber excusado su presencia o acudir a título individual mezclados con el resto de manifestantes, como uno más, pero como cargos políticos con la representación que implica. El rey, jefe del estado, ha sido mal aconsejado y no debería haber acudido si no era para ir al frente de la manifestación como representante de todos nosotros. Nos guste o no, seamos monárquicos o republicanos, es él, por ahora, quien cumple ese papel.
Hoy la democracia se defendía no acudiendo a esa manifestación. Teniendo el coraje de decir que no se puede postergar a la democracia y que si no les permiten representar adecuadamente a los ciudadanos, no pueden acudir. No se trata de hacer valer unos privilegios, sino, por el contrario, de defender la democracia, lo que representa y defender el lugar que todos nosotros, el pueblo, los ciudadanos merecemos ocupar.

¿Alguien se imagina a Churchill habiéndose dejado postergar a un segundo lugar en una manifestación en Londres en contra de los nazis?

domingo, 23 de abril de 2017

Las lágrimas de Esperanza Aguirre


He visto a Esperanza Aguirre con la voz quebrada por el llanto al ser preguntada por los últimos casos de corrupción en el PP y me he sentido indignado.
¿Por qué llora esa señora que, a pesar de tener procesados o imputados a una buena parte de sus principales colaboradores, todavía no ha tenido la decencia de asumir, al menos, su responsabilidad política e irse a su casa?
¿Por qué llora? Cualquier directivo de una empresa que hubiera elegido tan rematadamente mal a sus colaboradores hace tiempo que habría sido cesado de manera fulminante. Aunque sólo fuera por eso, hace tiempo que debería estar fuera de la política.
Pero no es eso lo que me produce indignación. Realmente el presente y futuro de esa señora me preocupa menos que nada. Lo que me produce una tremenda indignación es ver cómo esos personajes, cuyas tropelías salen a la luz, se han llevado nuestro dinero y han arruinado a las empresas que deberían haber administrado con prudencia y dedicación. Empresas a las que luego critican por su ineficacia porque, a lo que se ve, lo público sólo sirve para que ellos se lucren sin ningún rubor ni respeto por la ley.
Me indigno ante las lágrimas estériles de Esperanza Aguirre porque me he pasado la vida enseñando a mis hijos el valor del esfuerzo, de la importancia de luchar honradamente por un futuro personal y profesional en el que nadie tenga nada que reprocharles.
Me indigno porque resulta muy triste escuchar a mi padre justificar su voto al PP elección tras elección con un “son todos iguales”. No se terminó la dictadura para eso. No se estableció un régimen de democracia parlamentaria para que una buena parte de la población termine pensando que los que deberían ser servidores públicos ejemplares son en realidad unos chorizos de los que no te puedes fiar y que da igual unos que otros porque ninguno es de fiar.
Es demoledor ese pensamiento porque lleva inoculado el virus que puede terminar con la democracia. Y ya sabemos que viene después de la democracia. Todavía viven en España y en Europa personas que sufrieron en sus vidas vivir en países sin democracia. Hay millones de ciudadanos en el mundo que sufren todos los días la desgracia de vivir bajo regímenes no democráticos.
Me indignan las lágrimas vacuas de Esperanza Aguierre porque yo, mi esposa y millones de ciudadanos en este país trabajamos cada día de la mejor manera que podemos, sabemos y nos dejan, para sacar a nuestras familias adelante, para estudiar a nuestros hijos, tener un presente digno y un futuro no demasiado incierto. No nos preocupan muchas cosas más, pero tampoco nada menos, porque lo que nos mueve y alienta es construir un futuro para nosotros y nuestros hijos. Y sin embargo, vemos cómo unos sinvergüenzas que no tienen escrúpulos ni medida se llevan nuestro dinero, esquilman la riqueza de este país, al tiempo que nos dicen que debemos sacrificarnos porque, al parecer, hemos vivido por encima de nuestras posibilidades.
Me indignan las lágrimas de Esperanza Aguirre porque con esas lágrimas parece querer robarnos hasta la posibilidad de que nosotros podamos llorar dignamente por el mal que nos están haciendo, por el futuro que nos están robando. Porque la indignidad de sus lágrimas hurtan de algún modo la dignidad de las nuestras.
Me indignan las lágrimas de Esperanza Aguirre porque no puedo creer que no haya en el PP media doce de personas justas que puedan liderar a otros como ellos que pongan fin a tanta infamia y entren en las sedes de su partido poseídos por la santa indignación y expulsen a latigazos, no a los mercaderes, sino a los ladrones, y limpien al partido y nos libren a todos de tanto delincuente y de tanta ignominia.
No nos merecemos esto los españoles. Ninguno. Votemos al partido que votemos, no merecemos este estomagante espectáculo.
Si queda alguien digno en el PP, le ruego que actúe ya, porque hasta el tiempo de “la mayoría somos honrados” se está acabando. No se puede convivir indefinidamente con los delincuentes y pretender no ser, al menos, encubridor.


domingo, 22 de mayo de 2016

Las mentiras del 15M

El 15M canalizó el descontento de un buen número de españoles que veían cómo la crisis amenazaba con destruir el mundo en el que vivían y en el que creían sentirse seguros.
La crisis comenzó a dejar en la cuneta a personas que perdían su empleo, primero, terminaban su subsidio por desempleo después y, en ocasiones, se quedaban sin su casa al ser desahuciados por no poder pagar la hipoteca.
Nada de eso era nuevo. En nuestra sociedad había pobres, siempre los hubo, y había desahucios, había personas que, por diferentes razones, se iban quedando al margen de la sociedad. Lo que era nuevo era el número de personas a las que eso afectaba.
Muchas personas, jóvenes en su mayor parte, salieron a protestar contra una clase política ensimismada que no sabía atajar los problemas que acuciaban a buena parte de los españoles y ni tan siquiera parecía empatizar con ellos.
El movimiento se fue disolviendo porque carecía de organización y porque corrió el peligro de ser controlado por grupos violentos, lo que hizo que muchos se apartaran del mismo.
Pero hubo unos pocos más organizados, con más experiencia política, que ya habían participado en partidos minoritarios, o no tanto, que decidieron capitalizar el movimiento del 15M y se erigieron en sus representantes.
Estos personajes no se limitaron a buscar el apoyo de los electores mostrando mayor sensibilidad con sus problemas y planteando soluciones a los mismos. No. En correspondencia con su ideología (ahora convenientemente oculta bajo un movimiento transversal de ciudadanos descontentos) comenzaron su campaña de descrédito de nuestro sistema: la transición había sido una estafa porque seguían mandando los mismos que lo habían hecho durante la dictadura, la constitución ya no sirve porque la mayoría de los españoles adultos actuales no habían tenido ocasión de votarla, ni siquiera el hecho de que se hubiera aprobado en referendum en su momento tenía valor, porque, siempre según sus teoría, la mayoría había votado coaccionada porque votar en contra habría significado continuar con el régimen franquista.
Partiendo de ese supuesto, los años que siguieron a la transición fueron años en los que no se consiguió otra cosa que enriquecer a unas élites oligárquicas mientras el pueblo llano (los desfavorecidos, en neolenguaje) se veía relegado a la pobreza.
No hay ninguna duda de que los que eso propalan no son otros que los que siempre quisieron terminar con un estado democrático de corte moderno y que prefieren instaurar en su lugar otros regímenes que donde tuvieron la ocasión de ponerse en práctica se convirtieron en dictaduras sanguinarias que terminaron por sumir a sus gentes en la miseria más absoluta.
A pesar de ello, tienen derecho a defender su idea (aunque sería deseable que lo hicieran abiertamente), pero a lo que no tienen derecho es a mentir y a vender a sus seguidores mercancía averiada aprovechando su vulnerabilidad, por la falta de expectativas derivadas de la crisis, o su ignorancia.
La transición que tanto denostan nos trajo un régimen democrático homologable con el de los países más desarrollados del mundo. Un régimen que, con todas sus carencias, les ha permitido a los más críticos manifestarse en las plazas durante el 15M, organizarse como partido político y acomodarse en las instituciones gracias a los votos de los ciudadanos. Democráticamente no parece que sea un régimen con muchas carencias.
En lo que respecta al desarrollo social y económico lo conseguido desde la muerte del dictador hasta ahora es indiscutible: se instaura el sistema sanitario universal y gratuito, la educación obligatoria y gratuita hasta los 16 años, el sistema público de pensiones y un sistema de ayudas sociales amplio y diverso: pensiones no contributivas, salarios sociales, etc.
Pretender ahora que la transición fue un fraude y que en estos años lo único que hizo el bipartidismo fue gobernar para los poderosos es, hay que decirlo claramente, una gran mentira.
La propia referencia al bipartidismo es una falacia más. En España no había sólo dos partidos, también estaba IU, diversos partidos de ámbito regional y otros varios que no lograban los votos necesarios para tener representación en las instituciones. Es decir, la hegemonía de PP y PSOE alternativamente era el resultado de las preferencias de los electores y no algo que viniera impuesto por otras circunstancias y lo que está ocurriendo desde hace un par de años, con la llegada a las instituciones de los llamados partidos emergentes es la prueba de que, cuando consiguen el apoyo de los electores, nada les obstaculiza el camino.

domingo, 14 de junio de 2015

Es el poder, idiota

El pasado 24 de mayo hubo unas elecciones municipales y para el gobierno de casi todas las comunidades autónomas. Fueron unas elecciones muy importantes porque fue la primera reválida de unos partidos que reivindicaban otra manera de hacer política, que pretendían alejarse de los modos de los partidos tradicionales, fundamentalmente, PP y PSOE, y algunos nacionalistas como CiU que, con sus particularidades, tenían las mismas formas de entender la política: corrupción, clientelismo, gobernar de espaldas al pueblo...
Los resultados fueron muy dispares, pero en muchos ayuntamientos dieron un papel importante a estos nuevos partidos porque podían inclinar la balanza a uno u otro lado.
Ciñéndonos al caso de Asturias y más concretamente al de Gijón, los resultados dieron 8 concejales a Foro, partido de la actual alcaldesa, 7 al PSOE, 6 a Xixón Sí Puede (agrupación de electores apoyada muy principalmente por Podemos), 3 al PP, 2 a IU y 1 a Ciudadanos.
Los socialistas en Gijón, como en el resto de España, a pesar de haber perdido una cantidad nada despreciable de votos, se las prometían felices porque pensaban que Podemos (y las agrupaciones electorales de su órbita) les apoyarían para formar un gobierno de izquierdas que desalojara a la derecha del ayuntamiento. La historia, pensaban, estaba de su lado: los partidos minoritarios de izquierdas estaban llamados a procurar el gobierno de su hermano mayor, el PSOE, como partido hegemónico de la izquierda.
Daba igual que Podemos hubieran basado su campaña en diferenciarse de los partidos de la “casta”, en el PSOE nunca se lo tomaron demasiado en serio: lo importante era conseguir más representantes de izquierdas que de derechas, a continuación las alianzas para gobernar serían la consecuencia lógica siempre que la aritmética permitiera formar gobiernos de izquierdas.
Pero enseguida en Gijón los representante de Xixón Sí Puede empezaron a dejar claro que no estaban dispuestos a ser meros comparsas del PSOE como siempre lo había sido (y seguía dispuesto a serlo) IU. No les gustaba Foro porque ideológicamente no estaba en su órbita, pero no dejaban de reconocer que con ese partido algo había cambiado en el ayuntamiento y una vuelta del PSOE al gobierno municipal más parecía una vuelta al pasado del que renegaban que el comienzo de la regeneración que habían prometido.
Pronto encontraron una solución al dilema: presentar a su cabeza de lista como candidato a alcalde y pasar el balón al PSOE. Si querían desalojar a la derecha sólo tenían que apoyar la candidatura de XSP.
A partir de ahí, el cabeza de lista del PSOE comenzó a perder los papeles (la prueba más evidente el titular de la entrevista que le hizo La Nueva España el pasado viernes: “Podemos debe elegir entre el hijo de una limpiadora y un obrero o una señora de Somió) y la FSA en vez de imponer cordura sacó a relucir los viejos usos de siempre. Si en Oviedo ellos estaban dispuesto a apoyar a la candidata de Somos Oviedo, por ser la lista (de izquierdas) más votada, para desalojar al PP, cómo era que en Gijón XSP no iba a corresponder.
La solución parecía clara: si no nos apoyan en Gijón nosotros no apoyaremos en Oviedo. La FSA en una clara muestra de no haber entendido nada del terremoto político que se había producido en España en el último año tiró de los viejos mecanismos de siempre, o sea, el cambio de cromos. Su ceguera le impidió ver que esa era la peor opción, porque no dejaba otra posibilidad a XSP que mantener su postura, ya que si cedía al chantaje estaría reconociendo que era igual que los partidos de la “casta”, porque llegado el momento ponían los puestos por encima de todo.
El PSOE, entre tanto, se hundía en su propia retórica porque si era tan importante y necesario desalojar a la derecha de la alcaldía de Gijón, por qué no apoyaban al candidato de XSP, tenían menos votos cierto, pero sólo hay un concejal de diferencia. En Oviedo el argumento resultaba mucho más llamativo, por qué pudiendo por fin desalojar al PP, y habiendo llegado a un acuerdo para hacerlo, no iban a dar su apoyo a la candidata de Somos Oviedo sólo porque en Gijón no se llegase a un acuerdo. ¿Qué es lo importante, entonces, el bien de la ciudad o los puestos de los políticos?
Finalmente la FSA tenía que decidir y decidió lo peor para sus intereses: como no hay acuerdo en Gijón, el PSOE no apoyará en Oviedo.
Javier Fernández, secretario general de la FSA y presidente en funciones del Principado, sin dar ninguna muestra de entender por qué el PSOE había obtenido los peores resultados de su historia tanto en las elecciones al Principado como en la ciudad de Gijón, lo resumió con esta frase: “En Gijón se ha decidido el destino de dos ayuntamientos”. Esta frase debería cubrirlo de oprobio y ser causa suficiente para que los afiliados de su partido lo jubilaran sin demora, en vista de que su liderazgo ha quedado anclado en un tiempo ampliamente superado por los resultados de las pasadas elecciones.
Para colmo, Somos Oviedo dejó en evidencia a la FSA y a su secretario general posibilitando con su voto favorable que el candidato del PSOE consiguiera la alcaldía de Oviedo.

sábado, 11 de abril de 2015

Yo prefiero a Rosa Díez

En estos momentos en los que se está viendo la desbandada de los cargos orgánicos de UPyD que, en contra, de lo que debe ser ejemplar en cualquier organización, son los primeros en salir corriendo, mostrando de ese modo el camino a los militantes. En estos tiempos, digo, voy a romper una lanza en favor de Rosa Díez y de los que, con ella, siguen al frente de su partido contra viento y marea.
También quiero destacar el valor de la decisión adoptada por Irene Lozano: ha decidido disputar la secretaría general de la formación y ahí sigue, en el Parlamento y en el partido, tratando de cambiar desde dentro la dirección del mismo, toda vez que no está de acuerdo con ella.
El caso de Toni Cantó, aunque no termina de gustarme y no acabo de entender qué necesidad tenía de abandonar su escaño en el Congreso, porque yo creo que se debe a sus votantes, es, de todas formas, meritorio: permanece en el partido como un militante de base (él no tenía ningún puesto orgánico en el partido), renuncia a presentarse como candidato de UPyD a la Generalitat valenciana (otra cosa que no entiendo, puede que pretenda tener la suficiente independencia para tomar sus decisiones o puede, simplemente, no querer quemarse en unas elecciones con pocas probabilidades de éxito) y dice que esperará a ver qué ocurre en el próximo congreso extraordinario.
Todos ellos, Rosa Díez, Gorriarán, Irene Lozano, Toni Cantó, etc. siguen en el partido, supongo que porque creen en su proyecto y están dispuestos a defenderlo.
Pero hay otros casos lamentables, nada edificantes y que nos recuerdan demasiado a lo que hemos venido viendo durante tantos años en los partidos, llamémosles, convencionales. Casos en lo que se ve, por encima de todo, el deseo de seguir en el puesto alcanzado y que ahora, quizás, ya no podrán mantener en UPyD. Casos en los que, al ver esfumarse las posibilidades de conseguir una concejalía o un puesto de parlamentario regional (ahora que ya nos tocaba, deben de pensar muchos) se apresuran a buscar un partido en el que sí tengan posibilidades de alcanzarlo. ¡Cuántas veces hemos visto comportamientos similares! ¡Cuántos tránsfugas han poblado la vida política española durante los casi cuarenta años de democracia!
Dicen que no comparten la decisión de Rosa Díez de no pactar con Ciudadanos. ¿Sólo por eso abandonan su partido, el partido en el que decían creer? ¿Sólo por eso se van a otro partido? ¿De verdad creen que UPyD y Ciudadanos tienen programas totalmente intercambiables y es igual estar en uno que en otro? ¿Tan inconsistente es su fe en su propio proyecto?
Llevamos varias semanas oyendo cómo cargos de ejecutivas locales de UPyD repiten como autómatas que están decepcionados por la decisión de la dirección nacional de su partido de no pactar con Ciudadanos, de modo que, en la misma afirmación también culpan de la falta de acuerdo exclusivamente a los suyos y exculpan por completo al partido de Albert Rivera, lo cual dice bien poco de su confianza en sus propios líderes.
Pero la situación llega a ser esperpéntica en Asturias. Aquí, el candidato por UPyD a la Junta General del Principado y hasta ahora diputado regional por ese partido, expone su proyecto de pacto con Ciudadanos, explica las negociaciones que ya viene celebrando con los cargos de dicho partido y hace público que una de sus asesoras en el grupo parlamentario en la Junta General del Principado es la representante legal de Ciudadanos porque así se lo pidió él mismo a Albert Rivera para tener a una persona de su plena confianza en Ciudadanos. ¿Alguien ha oído algo más esperpéntico? ¿Se puede tener mayor desfachatez?
Estos hechos no enfangan solo al parlamentario de UPyD, Ignacio Prendes, sino que ponen también en solfa las proclamas de Albert Rivera sobre su proyecto de hacer política de otra manera, de marcar distancias frente a los partidos tradicionales, porque esta forma de hacer política se parece como dos gotas de agua a la peor forma de hacer política de aquellos partidos a los que no se cansa de criticar. Las aventuras de los tránsfugas que ha habido en la historia  de nuestra democracia, que no han sido pocas, siempre han tenido, al menos, a dos tristes protagonistas: al político que se cambiaba de bando y al que le seducía o aceptaba sus propuestas para acogerle en el suyo. Como dice el refrán, tan culpable es el que mata como el que tira de la pata.
No voy a dedicar ni una palabra más a un Ignacio Prendes que pronto ha olvidado sus discursos sobre la regeneración democrática para dedicar todos sus esfuerzos a buscar un nuevo partido con el que tener opciones de conservar su escaño en el parlamento asturiano, pero no puedo terminar sin hablar de lo pronto que Ciudadanos ha comenzado a decepcionar a muchos de los que observábamos con atención, y hasta ilusión, el crecimiento de sus expectativas electorales. Pronto ha quedado de manifiesto que tras las palabras de regeneración democrática y de nuevas formas de hacer política había, a lo que se ve, más cálculo político, más táctica, que estrategia.
Un proyecto político puede hacerse atractivo envolviéndo con bonitas palabras los anhelos de las personas, pero, como dijo Kennedy: se puede engañar a todo el mundo durante algún tiempo, se puede engañar a algunos todo el tiempo, pero no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo.
A la vista de todo lo que está sucediendo, yo preferiría mil veces a UPyD y a Rosa Díez con todos sus defectos y errores, que a Ciudadanos y a Albert Rivera que están demostrando tener más ambición que principios.