Mas dijo que debían ser astutos para conseguir sus aspiraciones: votar en un referendum para consultar a los catalanes si desean ser independientes. Sin embargo, no se ha mostrado astuto, sino sencillamente pillo. Confundir la astucia con la pillería es algo muy propio de los políticos españoles, los cuales suelen confundir también la inteligencia con la listeza.
Haciendo alarde de saber manejar los tiempos y simulando saber lo que se hacía no hizo otra cosa que esperar a convocar el referendum al día siguiente de la comparecencia de Jordi Pujol en el parlamento catalán con el objetivo de desactivarla ante la opinión pública con la colaboración de los medios de comunicación que, Mas lo sabe bien, corren con la lengua fuera detrás de lo urgente mientras dejan atrás lo importante.
Ayer, en el parlamento catalán compareció Jordi Pujol y se permitió el lujo de no responder a nada de lo que le preguntaron los diputados e incluso de reñirles como si él siguiera siendo el referente moral en el que tan cínicamente se erigió durante sus años al frente de la Generalitat.
Pero si esto fue vergonzoso, lo fue mucho más el comportamiento de CiU que, por medio de su portavoz, dio cobertura a Jordi Pujol a quien no hizo una sola pregunta y dedicó su intervención a criticar a la oposición.
Así, con ese comportamiento, según los independentistas catalanes, tan español, es como dicen que quieren crear un país nuevo, un nuevo estado alejado de la corrupción y la caspa de los modos de hacer política en España.
No hay nada en la política catalana que, por mucho que ellos interesadamente repitan, los diferencie de la española. Tienen tanta corrupción como en el resto del país y, a la hora de afrontarla, hacen también como PP y PSOE, airear las vergüenzas de los adversarios y ocultar las propias.
Para cualquier español que tenga interés en Cataluña, viva o no esa comunidad autónoma y sea partidario o no de que se celebre una consulta y sea independentista o unionista, la burda estratagema de Mas tratando de tapar la corrupción que se ha destapado con el caso Pujol con la convocatoria del referendum, abusando así de los sentimientos de los catalanes de buena fe que desean la independencia o, siendo contrarios a ella, sí creen necesario dar su opinión al respecto en una consulta democrática, ha de resultar particularmente odiosa.
¿Eso era lo que él llamaba astucia?, ¿una pillería encaminada a tapar el ruido del caso Pujol en los medios con la noticia de la convocatoria del referendum?
Hay que subestimar mucho a los ciudadanos demostrando tanto desprecio por su inteligencia.