El desgraciado accidente ferroviario de Santiago ha puesto de manifiesto una vez más cómo los españoles anónimos reaccionan de manera ejemplar, colaborando en la ayuda a los heridos con lo que tenían a mano: sus manos, sus herramientas, sus mantas, sus vehículos, su consuelo...
Pero cuando apenas habían terminado de evacuar al último herido, cuando todavía resonaban en los oídos las sirenas de las ambulancias, los lamentos de las víctimas; cuando las lágrimas bañaban las mejillas de los familiares, la prensa, la lamentable y tóxica prensa nacional, había comenzado su campaña.
Había que darse prisa en señalar al culpable, había que sacarlo en portada, había que dejar claro que su conducta anterior al accidente apuntaba a una personalidad propia de un orate que no dudaría en meter un tren a 200 kilómetros por hora en una curva limitada a 80. El maquinista era el responsable, el único responsable. El trazado, la vía, los sistemas de seguridad, nada estaba en cuestión, porque la Alta Velocidad Española es segura fuera de toda duda. Porque no podemos poner en peligro milmillonarios contratos de AVE en Arabia o en Brasil. Porque no podemos dudar de la eficacia y ejemplaridad de nuestros técnicos, ni, sobre todo, de nuestros políticos que siempre presupuestan lo mejor, lo más seguro, que se desviven por nuestra seguridad y se quitan el pan de la boca para que podamos viajar seguros y que nuestros hijos puedan repetir sin recelo: “papá ven en tren”.
El maquinista era el culpable, como en los accidentes de carretera lo es el exceso de velocidad, la imprudencia o el alcohol. Nunca el responsable de mantener un punto negro en el que se acumulan los ramos de flores que recuerdan a los fallecidos en esa curva mal peraltada.
Hoy, como no podía ser de otra manera, después de tantas loas desde todas las ideologías del espectro político a la reacción de las autoridades, El País parece haber despertado de su letargo. Alguien debió de llamar a su director y recordarle que en Galicia y en España gobierna el PP y que cuando gobierna el PP no puede haber comportamientos ejemplares de las autoridades ni de los servicios de urgencia de la administración. Alguien debió recordarle al director del que se autodenominaba “diario independiente de la mañana” y que ahora se conforma con ser “el periódico global en español”, o quizás el propio director quien se dijo que eso no podía ser así de ninguna manera y hoy se ha descolgado titulando en su primera “Los servicios de auxilio tuvieron claros errores de coordinación” y como subtítulo “el vehículo de comunicaciones se demoró y los helicópteros no despegaron”.
¡Cómo no! Cómo podrían haber funcionado sin tacha unos servicios públicos en España gobernando la derecha. Si gobernara el PSOE tendríamos la situación simétrica con los periódicos de derechas criticando errores y deficiencias de la administración socialista en la gestión de los servicios de emergencia y con los diarios progresistas alabando el buen hacer de los mismos.
Y el maquinista, un profesional con decenas de años de experiencia en RENFE y varios años haciendo el mismo trayecto, detenido por la policía y con quien se está agotando el plazo máximo del habeas corpus como si de un peligroso criminal se tratase.
Ya se va dibujando el panorama: los que atacan al gobierno buscando errores en los servicios de emergencias y los que se esfuerzan en desviar la atención de las autoridades poniendo el foco en el maquinista.
No quieren la verdad, sólo apoyan los intereses de sus empresas. No les importa saber por qué el maquinista metió el tren en la curva a una velocidad tan por encima de la señalada. ¿Falló el sistema de frenado del tren?
No les interesa saber cómo es posible que un tren a 200 kilómetros por hora quede por completo bajo la responsabilidad del maquinista. Si el maquinista recibió el aviso de la baliza que le advertía de que debía reducir la velocidad, pero no lo hizo, ¿no debería haber un sistema automático que frenara el tren? ¿Lo había? ¿Falló? ¿No lo había? ¿No debería haberlo?
Antes de acusar al maquinista deberíamos saber qué ocurrió, por qué ocurrió, si estaba prevista esa eventualidad, si aun estándolo no se adoptaron las medidas necesarias para evitarla o reducir el riesgo. Y sólo después de responder a esas preguntas, y algunas más, sería el momento de asignar culpas, quizás entonces el maquinista no fuera el culpable o no lo fuera él solo o ni siquiera fuera el principal responsable.