Los
medios todavía no se han atrevido a publicarlo, pero yo tengo
informaciones precisas y solventes y puedo, debo, adelantarme y
contar lo que sé.
Jordi
Pujol se llama, en realidad, Eufrasio Martínez Martínez. Sus padres
eran castellanos viejos que hicieron probanza de nobleza ante la
chancillería de Valladolid.
Las
preguntas surgen de inmediato. ¿Cómo se descubre semejante
información? ¿Por qué ahora?
Las
investigaciones se vienen desarrollando desde hace muchos años, en
realidad desde que el que todos conocemos como Jordi Pujol comenzó a
destacar como líder del nacionalismo catalán. Muchos organismos y
asociaciones como la ANC, CCA, NBC, ABC y CCC (no sé qué significan
esas siglas, pero en cada una de ellas al menos una de las ces se
refiere a Cataluña) empezaron enseguida a buscar explicaciones al
comportamiento de Jordi Pujol. ¿Por qué tomaba decisiones que
enfadaban a sus vecinos españoles? El pueblo catalán siempre ha
sido pacífico, entregado al trabajo, el comercio y el ahorro y
siempre ha buscado la admiración y el cariño de los demás. El
comportamiento de Pujol resultaba ajeno a la esencia del pueblo
catalán.
Pero
el empujón definitivo a las investigaciones, que habían sufrido
altibajos durante todos estos años, al vaivén de los diversos
gobiernos catalanes y que conoció su peor época en los años del
tripartito liderado por Montilla, tuvo su origen en las últimas
declaraciones del ex-molt honorable (¿o deberá decirse molt
ex-honorable?) ex president de la Generalitat. El que un catalán,
molt honorable y que había sido presidente de la Generalitat
reconociese que no había encontrado momento en los últimos 35 años
para regularizar la herencia de su padre que, casualmente, estaba en
Suiza, resultó demasiado para el comerciante, trabajador y ahorrador
pueblo catalán. La imagen de personas que, con la mirada extraviada,
se subían a las barandillas de puentes, viaductos y azoteas en un
claro intento de poner fin a sus vidas al ser incapaces de asumir que
su líder podía ser un defraudador como cualquiera de sus vecinos
españoles, exigía que sin demora se pudiera dar una explicación al
pueblo catalán que caminaba ahora desorientado y sin saber si debían
soplar o sorber.
Desde
el principio, las investigaciones se siguieron por tres vías: la
sociológica, la científica y la política.
La
primera de ellas parecía la más próxima a la verdad y pronto se
obtuvieron resultados. Jordi Pujol se habría contagiado con los usos
y costumbres de los políticos españoles y, por tanto, habría caído
en prácticas corruptas como aquellos. La explicación parecía
sólida, daba respuesta al enigma y justificaba la necesidad de
seguir adelante con la independencia.
Sin
embargo, uno de los sociólogos, conocido por ser un aguafiestas y
veranear en Marbella, puso un reparo. ¿Serían los catalanes, aún
más, serían los líderes catalanes tan vulnerables que la simple
relación con políticos españoles les contagiaría sus maneras de
hacer política? Si se admite eso, continuó el sociólogo, ¿debemos
condenar al exilio a los que han sido diputados y senadores años y
años en el parlamento español porque estarían contagiados sin
remedio? ¿Deberemos comprar el hotel Palace de Madrid para mantener
recluido en él a Durán i Lleida?
El
estupor y el desánimo se apoderaron del grupo de expertos y como ya
era viernes por la tarde no hubo mucha discusión para hacer una
declaración en la que se recogía que no se consideraba como
probable que el comportamiento de Jordi Pujol tuviera una explicación
en el campo de la sociología, echando así por tierra las opiniones
de Oriol Junqueras y Pilar Rahola que habían declarado muy serios
que el molt ex-honorable (o como se diga) se había contaminado con
los usos y costumbres de los políticos españoles.
La
segunda vía, la científica, corrió una suerte paralela a la
anterior, los científicos no admitieron ni por un momento que la
genética catalana pudiera ser conquistada por la decadente y débil
genética castellana.
Los
casos más impactantes que se pusieron encima de la mesa (es una
forma de hablar, en realidad, se proyectaron algunas imágenes
borrosas en una pantalla) y que fueron la puntilla definitiva a la
posibilidad de que genes españoles de algún remotísimo antepasado
de Jordi Pujol hubieran ido ganando la batalla hasta adueñarse por
completo de su cuerpo, fue el de varias mujeres catalanas en las que
se habían producido abortos espontáneos al llevar el feto un
porcentaje de genes españoles superior a lo tolerable. La genética
catalana, tan trabajadora, comerciante y ahorradora como los propios
seres humanos de los que formaba parte no podría dejarse conquistar
por unos decadentes y vagos genes españoles.
Declarada
también como imposible la vía científica, quedaba sólo la
política. Ésta fue poco a poco abriéndose paso hasta llegar a la
verdad del conocido como caso Pujol.
Como
decía al principio de este artículo, se encontraron pruebas
irrefutables de que Jordi Pujol había nacido en un pequeño pueblo
de Castilla, hijo de Eufrasio Martínez Martínez y de Eufrasia
Martínez Martínez a los que, sin que se sepa por qué, en el pueblo
conocían con el sobrenombre de Los Redundantes y
que, en contra de lo que se podría sospechar, no guardaban ningún
parentesco entre ellos (lo que no deja de ser extraño, ya que
estaban casados).
Eufrasio y Eufrasia, acababan de tener a su
primer hijo, al que llamaron también Eufrasio y,
ya es coincidencia, Martínez Martínez, cuando fueron reclutados por
el servicio secreto español y se trasladaron a Barcelona donde se
instalaron con nueva documentación a nombre de Jordi Pujol y señora
y su hijo Jordi Pujol (los del servicio secreto son gente sin
imaginación) nacidos en Cataluña y con antepasados catalanes hasta
el Tiranosaurio Rex. La familia Pujol (esa familia Pujol, porque,
según dicen, en Cataluña hay otras familias con ese apellido)
permaneció como célula durmiente y viviendo a cuerpo de rey a costa
del estado español mientras empezaba ya a propalar entre sus amigos
y conocidos, sin duda para disimular, el
que llegaría a ser disco platino del independentismo catalán
“España ens roba”. Eufrasito, bien descansado después de pasar
sus primeros años de vida como durmiente, pronto comenzó a destacar
en su carrera política y, desde el comienzo, su labor al servicio de
los intereses de los españoles españolistas fue ingente, dedicando
todos sus esfuerzos a tomar medidas y hacer declaraciones que
sentaban a cuerno quemado entre los vecinos españoles y que los
fascistas anticatalanes que pululaban por Madrid se encargaban de
amplificar para generar el mayor odio posible hacia los catalanes.
La
labor del espía Eufrasio Martínez se creía terminada, pero el plan
diseñado desde un principio y que demuestra
claramente lo
perversos que pueden llegar a ser los políticos de Madrid, tenía
una última fase que se pondría en marcha si las circunstancias lo
exigían.
Esas
circunstancias parecieron darse con el avance inevitable de los
independentistas y la decisión de Artur Mas de continuar adelante
con la ida de hacer una consulta al pueblo catalán para saber su
opinión sobre la independencia. El plan parecía perfecto, suponía
el suicidio político de Jordi Pujol y con él arrastraría a sus
colegas de CiU, dejaría mermadas las huestes (menudas palabrejas
utilizan los castellanos) nacionalistas y daría un fuerte varapalo a
los partidarios de la independencia, al mostrar al mundo mundial que
los políticos catalanes son tan corruptos e impresentables como los
españoles.
El
plan parecía perfecto y seguramente estaba muy cerca de serlo, pero
ninguna obra humana es perfecta y ésta tampoco podía serlo. En las
próximas horas todo esto saldrá a la luz y quedará demostrado que
los catalanes, pueblo trabajador, etc. etc. etc. no son corruptos ni
defraudadores, que esas prácticas, tan habituales entre los
políticos españoles (y no me gusta señalar), son por completo
ajenas a su forma de ser y entender la política.
Estos
hechos serán respaldados por diversos estudios (de alguna manera
había que sacarle provecho a la investigación científica) que
demuestran que no hay ningún político catalán condenado, ni
siquiera acusado, ni imputado, ni investigado por ningún caso de
corrupción. Los que podrían estar en alguna de esas circunstancias
y que coloquialmente se conocen como políticos catalanes, no son
tales, pues entre sus ancestros apenas cuentan con un 10% de genes
catalanes.
Otro
de los estudios demuestra que los delincuentes en cuyo carné de
identidad consta como lugar de nacimiento alguna localidad catalana,
en realidad son hijos de emigrantes españoles o no tienen en su
sangre más allá de un 10% de sangre catalana.
No
deja de ser llamativo cómo
coinciden en ese porcentaje las evidencias científicas aportadas.
Cuando
Artur Mas y Oriol Junqueras haciendo un dueto que se grabará en DVD
y se venderá junto con una estelada y una
fotografía tamaño póster del equipo del FCB (aquí la ce no se
refiere a Cataluña, sino a club) pongan todos estos hechos en
conocimiento del pueblo catalán podrán decir con confianza y en
catalán que todos deben estar tranquilos y decididos en el camino a
recorrer porque la patria goza de calma.